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Un millón de muertos, balance de catorce años de régimen opresivo en Indonesia

Un logro no intencionado de la revolución iraní es que finalmente se le presta atención minuciosa a las infracciones de los derechos del hombre en Irán. Pero otros países del Tercer Mundo, especialmente aquellos a los que favorece el Gobierno de Estados Unidos, escapan a dicha atención.

En Indonesia, por ejemplo, las violaciones de los derechos humanos han sido monumentales, y hay indicios inequivocos de que el régimen del general Suharto podría tener el mismo destino que el del sha.Desde 1965-1966, cuando Suharto consolidó su poder, las atrocidades de su régimen han sido menos expuestas en Occidente de lo que debían. El asesinato de quizá un millón de personas y el encarcelamiento de medio millón ha sido presentado como la respuesta a un intento, supuestamente comunista, de golpe de Estado.

El informe de los derechos humanos del Departamento de Estado de este año señaló que «hasta 500.000 personas pueden haber sido detenidas inicialmente... sospechosos de ser cómplices en el golpe intentado».

«¿Puede alguno dar un ejemplo de un golpe de Estado en el que hayan participado 500.000 personas?», se pregunta el profesor Benedict Anderson, una autoridad respetada en Indonesia.

El Gobierno de Carter justificó su apoyo económico y militar a Indonesia con el argumento de que se han realizado progresos en la situación de los derechos humanos. Se hace mucho ruido y publicidad de la puesta en libertad de prisioneros políticos, pero en realidad gran número de prisioneros liberados son destinados a trabajos forzados en plantaciones de propiedad del Gobierno. El resto, a quienes les han negado «certificados de no estar involucrados en el golpe de 1965», no pueden conseguir trabajo.

Amnesty International informó en octubre pasado que había «casi con seguridad todavía más de 30.000 prisioneros políticos en Indonesia». Además, los mantienen en condiciones espantosas. Millares han muerto por falta de asistencia médica. Muchos no han sido sometidos a juicio en trece años, e incluso entre los nuevos prisioneros hay partidarios de Suharto.

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El significado de esta última represión es que Suharto, habiendo matado a sus enemigos, ahora se ha vuelto contra sus partidarios.

Desintegración política

La coalición que le apoyó en 1970 y que en una época fue amplia, se ha desintegrado porque él no ha satisfecho las expectativas de la clase media de crecimiento económico en un contexto de libertades capitalistas y democráticas.Inicialmente, el respaldo generoso de Occidente ayudó a contener la inflación, atrajo a las multinacionales y también lujos importados. De esta forma, la prosperidad reforzó la coalición.

Pero luego las multinacionales descubrieron que los lazos con los funcionarios eran más lucrativos que con los empresarios nativos. Nacieron las empresas conjuntas, que llegaron a ser menos una sociedad en la producción que un reparto de dividendos entre extranjeros y altos funcionarios. Hubo sobornos con cifras que rondaban los treinta millones de dólares. La corrupción fue el distintivo.

Las «inversiones agrícolas y la modernización de la agricultura privaron a millones de personas de sus medios de vida y descolocaron el medio rural sin aumentar significativamente la producción.

La invasión de Timor

Al desintegrarse la coalición del nuevo orden, Suharto tuvo que hacer fraudulentas las elecciones y suprimir la disensión. Amañar las elecciones a su gusto en 1971 requirió un trabajo cuidadoso.Mientras tanto, ex aliados de Suharto fueron arrestados y varios periódicos cerrados. Aislado en su país y deseoso de distraer a sus inquietos jóvenes oficiales, Suharto lanzó un ataque brutal al Timor oriental, una ex colonia portuguesa.

A las organizaciones internacionales y a observadores independientes, incluyendo el Comité Internacional de la Cruz Roja, se le ha negado el permiso necesario para viajar a Timor oriental, hoy anexionado a Indonesia.

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