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Diagnóstico pesimista en la reunión de la AIE sobre la situación energética mundial

Desde las diez de la mañana de ayer, veinte ministros encargados de los temas energéticos en otros tantos países del occidente industrializado se encuentran reunidos en el castillo de La Muette, en París, en un intento de hallar un conjunto de mecanismos que permitan al mundo desarrollado afrontar la segunda crisis energética grave de esta década. Hacia el mediodía de hoy, los dirigentes de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) darán a conocer el contenido de sus conclusiones, tras cerca de diez horas de deliberaciones.

La Agencia Internacional de la Energía estima que en estos momentos el déficit mundial de crudos es del orden del 4%. Esta cifra, según los expertos de la AlE, no obliga a poner en marcha el mecanismo de emergencia que supone repartir entre los países miembros el monto de los stocks. Suecia pidió ayer, en la reunión de París, la puesta en marcha del mecanismo de emergencia, pero su solicitud fue rechazada por los demás miembros de la AlE. Según los representantes del Gobierno sueco, su déficit de petróleo es del orden del 16%.Además de la petición sueca, la otra declaración importante de ayer correspondió a la Comunidad Europea, que reclamó formalmente al Gobierno americano la adopción de medidas serias para reducir su consumo energético. Estados Unidos, con un 6% de: la población mundial, consume el 20% de la energía disponible en el planeta. Los americanos consumen el doble que los europeos, y los sucesivos planes de ahorro energético propuestos por el presidente Carter han chocado contra las Cámaras, que no quieren imponer a sus electores sacrificios estimables en su tradicional sistema de vida.

La intervención del ministro español de energía en París sirvió para que éste expresara la voluntad formal del Gobierno de Madrid de reducir los consumos de energía, aunque precisara que antes espera a ver lo que hacen otros países como Estados Unidos, Alemania y Francia.

Nadie duda a estas alturas que el pronunciamiento de los veinte ministros energéticos reunidos en París va a estar presidido por un tono abiertamente pesimista. La situación en los mercados internacionales del petróleo, las perspectivas de nuevos incrementos de precios como fruto de la conferencia de la OPEP del próximo 26 de junio, en Ginebra, y las crecientes dificultades surgidas a propósito del desarrollo de los programas nucleares no parecen constituir un marco para otro tipo de conclusiones. De hecho, las tímidas declaraciones de los asistentes a la conferencia de la AlE, antes y después de la primera sesión de trabajo, han discurrido en ese preciso tono de pesimismo expectante.

Opinan los observadores

Para los observadores, la reunión de París no deja de tener un tono en cierto modo testimonial. La experiencia de anteriores convocatorias evidencia claramente qué tipo de efectividad tienen las consideraciones de la Agencia, a pesar de que la mayor parte de sus conclusiones son avaladas por todos los delegados de los países miembros. Otra cosa es que los respectivos Gobiernos estén luego dispuestos a afrontar el riesgo de impopularidad y trauma social que entrañan la mayor parte de las recomendaciones.Así, las escasas esperanzas de alcanzar algo positivo se centran en una serie de dictámenes técnicos encaminados a propiciar un mayor y más racional desarrollo de la producción y utilización del carbón en los países industrializados. Ello, por supuesto, a partir de convencer a los respectivos Gobiernos de que ha dejado de ser más cómodo importar petróleo que plantearse con seriedad las diversas y complejas cuestiones que entraña una política minera de corte moderno. De hecho, los niveles de producción y consumo de carbón han crecido ostensiblemente en los últimos años en aquellos países con importantes reservas. Desde la crisis de 1973, cuando se produjo la primera escalada de los precios del petróleo decretada por la OPEP (Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo), los países desarrollados con mayores reservas carboníferas han revitalizado viejas explotaciones, abandonadas en su día por falta de rentabilidad. La continuidad en estos esfuerzos, así como el desarrollo de tecnologías que permitan un mayor aprovechamiento de las posibilidades energéticas del carbón, pudieran ser algunas de las principales recomendaciones de la conferencia de la AlE.

Frente al tema del carbón, el que atañe al comportamiento de las multinacionales petrolíferas -las siete hermanas-, en la crítica coyuntura petrolífera presente, se perfila como el más espinoso de los debatidos en París. Los delegados de los países con intereses representados en las siete hermanas, y muy especialmente Estados Unidos, han intentado por todos los medios realizar una tarea de contención frente a las demandas de otros países, especialmente afectados por el comportamiento de las multinacionales y sin ningún tipo de intereses representados en ellas. Sobre la mesa deberá ser tenida, sin duda, en cuenta la resolución de la última reunión del Consejo de Ministros de Energía de la Comunidad Económica Europea (CEE), especialmente crítica -por primera vez- con las grandes compañías encargadas de la comercialización de crudos y derivados petrolíferos. La postura comunitaria entraña en sí misma la más firme oferta realizada hasta ahora a los países de la OPEP para entablar un diálogo directo y, en definitiva, la primera postura coherente de Bruselas desde que sus dirigentes sugirieron la posibilidad de un pacto OPEP-CEE.

Para algunas delegaciones incluso es probable que los debates de París suenen a música celestial. Bien porque su renta per capita y grado de desarrollo no permitan hablar más que de consumos de subsistencia o porque sus dirigentes políticos no estén dispuestos a afrontar con seriedad la cuestión, incapaces de afrontar el riesgo de desgaste que obviamente supone. De los veinte ministros sentados en torno a la mesa del castillo de La Muette, muy pocos regresarán a sus países con el ánimo esperanzado, creyendo poder transformar en actuaciones concretas las recomendaciones aquí aprobadas. Quizá por ello no sólo haya que buscar en las decisiones de la OPEP y la situación caótica que viven los mercados internacionales de crudo el origen del profundo pesimismo que destilaban los veinte ministros de Energía, ayer, al concluir sus dos sesiones de trabajo en el seno de la AlE.

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