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Así se escribe (ahora) la historia

Los éxitos de librería en Francia (Gastón Lucas, cerrajero, de Adelaida Blázquez; Mantaillou, pueblo occitano, de Emmanuel le Roy Ladurie, entre otros) hacen que los lectores del país vecino se dediquen a la nueva historia de la misma forma que monsieur Jourdan practicaba el arte de la prosa: sin saberlo.No se trata de un divertimento ideológico de la sociedad liberal avanzada como la nueva «filosofía», ni de conatos literarios como el «nuevo» romanticismo. No. La nueva historia es una ciencia seria que no admite nulidades ni pamplinas.

Hasta ahora la historia, la que aprendimos en el bachillerato, era una letanía de reyes godos, capetos, Austrias o Borbones aprendidas de memoria, así como fechas de batallas, de maridajes y de tratados. Nos metieron en la sesera un calendario memorable del pasado.

Desde hace unos veinte años los príncipes, los validos, los papas, los obispos y eventualmente también sus amantes, se ven desplazados por los siervos de la Edad Media, por las enfermedades en Occitania o por las peregrinaciones a Compostela. A la historia de los sucesos, a escala individual, delimitada en el tiempo, se opone ahora una visión global, «la historia casi inmóvil del hombre en relación con el medio, y la historia lenta de los grupos», como la define Fernand Brudel.

Se nos había ocultado que una nación es una sociedad con un pueblo; que las individualidades excepcionales actúan dentro de un sistema de instituciones; que detrás de los conquistadores estaban todos los miserables que se inscribían en la Casa de la Contratación de Sevilla, y que la batalla de Verdún no fue ganada por el mariscal Pétain, sino por los cientos de miles de soldados anónimos muertos en las trincheras.

Historia inmóvil es la de los fenómenos de larga duración, como la de los regímenes fiscales, los climas, la propiedad, la sexualidad, el miedo, las costumbres; la historia de la vida cotidiana, de las condiciones de existencia morales y materiales de los grupos humanos. No es la historia de una élite, sino del pueblo y el hombre medio, el hombre histórico es su modelo.

Esta ciencia necesita analizar períodos largos para observar lo que en realidad cambia y lo que es permanente, para determinar lo que ahora se llaman las estructuras. Utiliza medios de conocimiento que estaban reservados a la antropología, como los mitos, los ritos, la alimentación, etcétera. Incurre en el terreno de la sociología, de la economía Y de la psicología colectiva.

A pesar del calificativo de «nueva», esta forma de contar la historia no data de hoy. Sus seguidores consideran a Voltaire como su antepasado por haber escrito La historia de las costumbres, y Michelet es su profeta. Pero el movimiento tal y como se impone hoy nació en 1912 al presentar Lucien Febvre su tesis sobre El Franco Condado de Felipe II. Luego, en 1929, el mismo Lucien Febvre y Marc Bloch crearon en Strasburgo la revista Anales de historia económica y social, que agrupa a los nuevos historiadores. Desde entonces, y entre muchos otros, Emmanuel le Roy Ladurie estudió El clima desde el año 2000, Philippe Ariés y Pierre Chenu escribieron la actitud del hombre ante la muerte en áistintas épocas y lugares, Philippe Contamine en Guerra, Estado y sociedad al final de la Edad Medía ofrece un análisis etnográfico de la soldadesca, Jean Louis Flandrin en Los amores campesinos cuenta la vida sexual en las aldeas francesas y Jacques Lafaye, en De Guadalupe a Quetzatcoatl examina la formación de la conciencia nacional mexicana. Se llega a la vulgarización actual de la nueva historia con el relato divulgado por Michel Foocault titulado Yo, Pierre Riviére, después de haber estrangulado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano..., del que se hizo una película excelente y que tantas informaciones aporta sobre la miseria campesina, la justicia y la psiquiatría en el siglo XIX; con el libro de Le Roy Ladurie antes citado, del que se llevan vendidos más de 200.000 ejemplares, y con El caballo de orgullo, de Jaquez-Helias, que ya va más allá del millón y se ha convertido en la biblia de la nueva celtitud.

La evolución de los métodos de estudio de la nueva historia obedece a varias razones. Unas son puramente materiales, como el descubrimiento de documentos inéditos, la exploración racional de los archivos, la utilización de equipos universitarios, el tratamiento de las informaciones por medio de computadoras, etcétera; otras radican en la transformación de nuestra sociedad: el desarrollo del pensamiento marxista, la expansión de las ciencias humanas, de la lingüística, de la etnología, etcétera.

Phlippe Ariés ofrece otra explicación: hasta principios del siglo XX el hombre moderno estaba persuadido de que su cultura era superior a la del pasado, mientras que el hombre de hoy ha perdido esta certidumbre. Por ello se vuelve hacia atrás, en busca de elementos que le ayuden a comprender el presente.

Mao Zedong decía que la historia la hacen los pobres, pero la escriben los amos. Gracias a la nueva historia, más que las memorias que escribe un primer ministro al final de su vida para justificar su política, interesa el relato del cerrajero de Adelaida Blázquez, por revelarnos el sentido oculto de una historia olvidada: la de la vida cotidiana de los pueblos que además de hacer la historia, la sufren.

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