Semana Santa / y 2
Un león devorador de hombres (Bwana, el diablo de la selva), el peligro de muerte para los astronautas del Apolo XIII (el documental Houston: tenemos un problema),- el asesinato de los seres antipáticos (Que usted lo mate bien), atentados y muertes violentas en nombre de la justicia (Historia policial), la reconstrucción de las 168 horas de angustia vividas por los pasajeros del tren secuestrado hace dos años en Holanda por un comando surmoluqueño (El tren que nunca llegó). Todos los capítulos que se emitirán a diario para los niños dentro de la serie Vidas en peligro. El joven que mata al párroco (Nube de sangres) y otro más ponen de manifiesto el primero de los gustos de estos ejecutivos y programadores que un día se hicieron cargo, provisionalmente, de la televisión de todos: la cinecrofilia, el amor por la pasión y muerte de sus semejantes, en contrapunto con las retransmisiones de los oficios Iitúrgicos, una sesuda discusión sobre los pactos lateranense (Tribuna de la historia) y otros documentales o informes sobre Lourdes, la Sábana Santa de Turín y la imaginería de las procesiones españolas. Y un toque frívolo y pagano. No hay Bach en esta Semana Santa. Ha sido sustituido por Frank Sinatra y su mafia coral.Después viene la irreverencia, la religión como melodrama pío y milagrero. Una religión en cinerama, con sensiblería de mastodontes. Curas, monjas y novicias de Hollywood (diez de las nueve películas son norteamericanas) que interpretan la fase de pasión carnal y amor divino, de predicación y negocio, en sustitución de los curas de Bernanos-Bresson, de los apóstoles de Rossellini, las juanas de Arco de Dreyer, Ios espíritus atormentados de Bergman o el Cristo monumental de George Stevens por el de Passolini. Rocío Dúrcal (La novicia rebelde, con guión de José Luis Colina, director adjunto de TVE para la programación) abandona su ganadería, se mete a monja y se enamora de un médico. Carrol Baker (Promesa rota) cuelga los hábitos por un capitán británico, durante la guerra de Independencia, y es sustituida en el convento por la virgen María. Bárbara Stanwyck (La mujer milagro), hija de un pastor jubilado, se dedica con ahínco a la predicación pero resulta que todo es un montaje comercial. Sólo un cura de verdad, el periodista José Luis Martín Descalzo (Café de redacción). Sólo un programa religioso, el coloquio de La clave sobre las religiones.
Todavía hay más insensateces y torpezas. La serie Moisés hubiera llenado con sus siete episodios la programación de la semana. Pero la imprevisión y desidia por parte de la subdirección de programas ajenos no tiene igual: no cursaron a tiempo la orden de doblaje. De ahí que durante estos dos últimos domingos tuvo que interrumpirse la programación del espacio Grandes relatos. Se trata de la misma subdirección que ahora despilfarra en algunas producciones el dinero de los españoles. Los largometrajes que antes (hasta septiembre del pasado año) le costaban a TVE entre 300.000 (versión original) y 700.000 pesetas (versión doblada) por término medio, llegan a costar ahora cifras que rondan los tres millones de pesetas, como La historia más grande jamás contada, porque aunque TVE sea la única qque se obstine en ocultar los datos económicos de su gestión, las cotizaciones en el mercado mundial de televisión se publican periódicamente en la prensa especializada norteamericana.
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