Un hombre descasado
La idea tan difundida en la actualidad, y especialmente en nuestro Estado, de una mujer desvalida, indefensa y marginada, por una multitud de causas sociales, se desvirtúa cuando al matrimonio español le llega el momento de la separación conyugal. La razón poderosa de este hecho es la vigente e injusta legíslación y el procedimiento de los órganos judiciales. Una barrera infrangible e infranqueable en la que en la mayoría de las ocasiones se rompe la frente el varón, o una batalla con desigualdades, en la que todos los entendidos en el tema coinciden en determinar, superados los traumas psicológicos, que hay un solo ganador: la mujer. Naturalmente, somos conscientes de las otras situaciones existentes en las que sale perdiendo la mujer y tampoco estamos a favor de su derrota, ya que, verdaderamente, propugnamos la igualdad.El caso triste de un señor cualquiera, a quien podríamos llamar José, se puede extender fácilmente a todos los Pepes españoles que en estos momentos atraviesan la misma situación, comienza en un despacho matrimonialista, donde los abogados ya le pronostican lo que va a perder, comenzando por los hijos y terminando por el ahorro familiar y su statu quo. Además José lleva sobre su espalda una enorme depresión, compartida por su esposa, pero de la que siempre sale ella más airosa. La evolución es desigual y, mientras la mujer, apoyada por la Ley, se va recuperando, el hombre, si la separación la ha solicitado su esposa, como ocurre en la mayoría de los casos, se va abatiendo por la pérdida de los hijos y por los problemas que le ocasionan el marco social y los principios de la educación, y las dificultades de su desenvolvimiento se van agravando progresivamente. Su misma apariencia es testimonio de esta situación. Sus camisas, que en las primeras semanas aparecían limpias y planchadas, se van viendo después tan arrugadas y abandonadas como su propia cara. No porque no esté dispuesto a planchárselas y cuidárselas, sino porque su depresión, el condicionamiento social y la penuria se lo impiden. Sin embargo, José, lo mismo que han hecho tantos Pepes, lucha por sus hijos y si consigue su tutela, cosa que no todos los Pepes logran, después de siete años de separación de ellos (o equis años), éstos apenas le reconocen, ya poco lo admiran, y ya no es su «papá». Así que la tragedia o el drama vuelve a empezar.
Los artículos 1881 de L. E. C. y 67 del Código Civil, que tienen casi un siglo de vigencia, dicen textualmente: «La mujer casada que se proponga interponer demanda de nulidad o separación matrimonial, o querella por amancebamiento, podrá solicitar del juez de Primera Instancia de su domicilio que se le faculte para separarse provisionalmente de su cónyuge.»
Presidente de la Asociación
Democrática de Hombres Separados Elda
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