Un abogado de la Rota
Madrid
En la página 33 del número de ese periódico correspondiente al día 20 de los corrientes se ha publicado un artículo sobre el tema de «Tribunales eclesiásticos», en el que, aun sin nombrarme personalmente se me alude en forma muy directa e inconfundible como a un abogado «de los más enconados críticos de las irregularidades observadas en estos tribunales», bajo el titulillo de «Un abogado suspendido».No pensaba yo dar mayor importancia al asunto, cuando, inexplicablemente, recibo una carta del señor vicario judicial del Arzobispado, quien, cargando sobre mí la responsabilidad de la publicación, me dice, entre otras cosas, que de poco han servido las consideraciones que él me hizo acerca de mis relaciones con el tribunal eclesiástico y en particular con alguna de sus secciones, según se desprende -dice textualmente- del escrito publicado en EL PAIS, página 33 (20 de marzo). Y añade que mi participación en tales publicaciones poco puede favorecer a mi situación personal ante este Tribunal.
Por supuesto, ya he contestado a la citada jerarquía eclesiástica poniendo las cosas en su punto y explicándole que ni siquiera tengo el gusto de conocer al autor del artículo de EL PAIS.
Pero ante una acusación de tal naturaleza, y no estando yo dispuesto a cargar con el «sambenito» de que se me atribuya la paternidad o la inspiración de cuanto se publique. en la prensa nacional en tono crítico sobre los tribunales eclesiásticos, especialmente los del Arzobispado de Madrid, coincidirá conmigo en la necesidad de clarificar las cosas para evitar que se me siga el perjuicio que se desprende de semejantes acusaciones y,de las advertencias represivas o limitativas de la libertad de mi ejercicio profesional.
Por ello le ruego tenga la bondad de esclarecer mi total desconexión con la cuestionada publicación sobre los tribunales eclesiásticos, de la que yo fui el primer sorprendido al leer el número de EL PAIS a que me vengo refiriendo.
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