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ELECCIONES MUNICIPALES/MADRID

"La isla de Madrid", siete pueblos que nunca son noticia

En la provincia de Madrid existe una zona que, de cuando en cuando, es noticia precisamente porque nunca es noticia. Siete pueblos en los que nunca pasa nada, y la vida de sus habitantes transcurre sin grandes sobresaltos. Son lo suficientemente ricos para que la pobreza, como ocurre en la llamada sierra pobre no atraiga a la prensa, y suficientemente pobres como para que su volumen de operaciones económicas, con sus consiguientes irregularidades, protestas y manifestaciones, tampoco den de qué hablar, Andrés Manzano realizó este reportaje.

Por el Sur, los pueblos están cercados por las localidades-dormitorio de Móstoles y Navalcarnero, Al Norte están los congestionados pueblos de la sierra del Guadarrama. El islote está formado por los municipios de Brunete, Villanueva de la Cañada, Quijorna, Navalagamella, Colmenar del Arroyo, Chapinería, Villamantilla, Villanueva de Perales y Sevilla la Nueva. Es muy posible, sin embargo, que el panorama cambie por completo en el espacio de pocos años.A las cuatro de la tarde de un día frío no hay nadie por las calles de Brunete. Las gentes están trabajando, en sus casas, o mirando el campo a través de las ventanas de uno de los pocos bares que hay en el pueblo. El pueblo tiene algo de falso en su estructura demasiado geométrica, de casas cortadas por el mismo patrón, que rodean una plaza que quiere ser monumental y que tal vez resulte fría. Como dijo un buen conocedor de la zona, «es una plaza a la que le falta el pueblo».

Brunete fue destruido casi totalmente, como Quijorna, Villanueva de la Cañada y otros, durante la guerra civil, y luego reconstruido de forma un tanto grandilocuente, casi como si el único fin de la reconstrucción hubiera sido poder colocar en la plaza dos placas, una de salutación y laudatoria para el Generalísimo, y otra para conmemorar la gran victoria de la batalla del mismo nombre. El pueblo sólo se anima a partir de las siete dela tarde, cuando los jóvenes vuelven a su trabajo, la mayoría son obreros de la construcción, y sus padres regresan del campo, cuando es época de faena.

Idéntica normalidad se encuentra en Villanueva de la Cañada, o Quijorna, o Sevilla la Nueva. Allí nunca se ha cometido un atraco a un banco -como mucho, en Quijorna una pareja de gitanas robaron 400.000 pesetas a una buena mujer, que considera aún que el número de una cuenta corriente no es lo mismo que los billetes-, ni una persona ha matado a otra por celos, o cosas así. En ninguno de los pueblos hay cine, ni baile. Los chicos y chicas de hasta catorce años, más o menos, con poco dinero y pronto en casa, se dedican a pasear por las calles. Los jóvenes más mayores, los fines de semana se van a bailar a Madrid o Navalcarnero. Los autobuses salen una o dos veces al día, y los pueblos están lejos de Madrid como para que el desarrollo de la mancha de aceite les haya afectado aún, y están cerca como para que coger un autobús no resulte desanimador. Tal vez por eso, unido a que por ahora hay trabajo en las cercanías, los jóvenes no abandonan sus casas, y estas localidades crecen en población, poco a poco.

Un pueblo plano

Villanueva de la Cañada es un pueblo plano, casi de una sola calle, la carretera que va de Madrid a San Lorenzo de El Escorial. Villanueva está sintiendo ya los apetitos de los madrileños por asegurarse una parcela de aire puro los fines de semana, y los chalets, aislados o en grandes urbanizaciones, comienzan a apoderarse del pueblo los sábados y domingos. En cambio, la fuente de ingresos que constituyen las licencias de obras, las tasas municipales, hace que su ayuntamiento sea el más rico de la comarca. Hace poco se gastaron ochenta millones en asfaltar las calles, y en las cuentas bancarias oficiales quedan otros tantos. Un obrero en paro, en cambio, no entiendo por qué no se invierten en construir viviendas baratas para ellos precislamente, los parados, que así conseguirían salarios y techo en condiciones. Porque toda la zona está cambiando sigilosamente, y puede que dentro de pocos años las romerías de septiembre cuenten con más forasteros curiosos que autóctonos. En toda ellas las, urbanizaciones han hecho su aparición, aún de forma tímida si consideramos la comarca en su totalidad. La mecanización de la agricultura hizo que sobraran muchos brazos, pero éstos encontraron trabajo en las obras. Las tierras de labor se venden constantemente, y los beneficios de la venta permiten a muchas familias -no existen grandes terra tenientes, salvo algunos casos aislados- mantener un nivel de vida sin problemas. Pero esta situación no puede mantenerse mucho tiempo. Algún día se acabarán las tierras por vender y la construcción ya ha sufrido el mordisco del paro, porque la crisis económica deja pisos y chalets sin compradores. Sin ir más lejos, el ,Ayuntamiento vendió 140 hectáreas de tierras comunales a no se sabe quién, porque iban a levantar pequeñas industrias. El pueblo se ha quedado sin parte de su dehesa, las industrias no han aparecido, y puede que dentro de unos años los bloques cierren el aire de la sierra.Las elecciones municipales no se rigen por los mismos cánones que en las grandes ciudades. Allí las candidaturas le han formado en base a simpatías y amistades personales, y no es extraño observar que una lista de independientes de Villanueva cuenta con dos militantes del PCE y otro del PSOE. O que alguno de los candidatos hablara previamente con los promotores locales de UCD, CD e independientes hasta que consiguió colocarse en una de ellas. En toda la zona predominan casi exclusivamente las candidaturas de inde pendientes y de UCD, con añadidos en algunos pueblos de PCE, PSOE y CD, lo que tal vez pudiera indicar la mentalidad de unas lo calidades poco amigas de líos y posturas discordantes.

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