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Montruos a pares

Rosa Montero

Ya se sabe que TVE es un medio manipulador y alienante, que produce trastornos irreversibles en las neuronas españolas, que deforma nuestras mentes con machacona pericia: es esta una fatalidad conocida y a la que estamos resignados. Pero hete aquí que, no contenta con esta labor arrasadora, RTVE ha comenzado una nueva campaña destructiva, más ambiciosa si cabe: deteriorado ya nuestro interior, Prado del Rey quiere ahora dejarnos también el exterior hecho unos zorros.Empezó la cosa con el asunto de los dobles. En las tardes festivas (máxima audiencia, justo cuando la familia reúne su hastiado ocio junto al aparato) se nos inculcó el deseo de alcanzar la gloria aberrante de parecerse a otro. Había que copiar los gestos bobalicones del ídolo del momento, oxigenar u oscurecer el pelo para imitar la melena de un cantante, comer toneladas de pan para conseguir las carnes reventonas de un Demis Roussos, depilar las cejas con aplicación para obtener la misma expresión de transida estupidez de cualquier cantatriz de segunda fila. Ser ídolo de moda -ídolo efímero, ídolo de canciones de plástico, ídolo prefabricado y de consumo- es de por sí algo bastante memo.- Pero ser el doble- de un ídolo de fugaces e imprecisas aptitudes es ya la más desaforada estupidez. Pero ya se sabe que pensar distinto a los demás es peligroso para la salud social, y pór lo que se ve, ahora también parece peligroso ser físicamente distinto. Y así, anulando los escasos residuos de propia personalidad que nos quedaban, se consiguió llenar el país de dobles lamentables, Lolitas Flores a decenas, Manolos Escobares a centenas, Camilos Sestos a patadas. Y no digamos ya nada de Travoltas: todo español lleva hoy un mimético temblor a lo travolta en las pestañas.

Pues bien, una vez conseguido imbuir en nosotros el mentecato afán de parecernos los unos a los otros (de parecernos aún más que antes, quiero decir), ha comenzado la segunda fase del plan masificador y destructivo. Ahora la cosa consiste en que todos seamos unos monstruos. O sea, monstruos también por fuera, porque de lo que se trata es de adecuar el continente al contenido. Así es que ahora, en los mensajes pastorales que imparte la TVE dominical, se nos dice que lo bueno es ser Quasimodos voluntarios. Y llega Iñigo y nos muestra a los más retorcidos seres del momento: la cuestión es dar palmas con las orejas tocar el tambor con las aletas de la nariz, torcer los codos en direccion imposible, sostener guías de teléfonos entre las paletillas o cualquier otra exquisitez deformadora. Si usted tiene un defecto físico cualquiera, una vértebra fuera de su sitio que le permite doblar inverosímilmente la espalda, o una ingle fláccida, que le posibilita ponerse la pierna de bufanda, por ejemplo, no se lo cure, no lo arregle, es el momento de saltar al estrellato: potencie su defecto, fuerce su anormalidad, luche por aumentar la desviación ósea. Y si todo en usted es vulgar y sin aberraciones corporales, no desmaye: atándose los codos por detrás durante el sueño, o doblando pacientemente un dedo contra la pared, o machacándose una rodilla a ladrillazos puede usted conseguir en breve notables resultados.

Es la, fiebre, la fiebre de la monstruosidad que nos invade, y los niños se aplican hoy en descoyuntar su anatomía aún tiema, y así, bizquean, o se estiran la lengua, o se retuercen los dedos de los pies con impúber frenesí:

Y así estamos, afanándonos en resultar más monstruos cada día, que en la sociedad que vivimos ésta parece ser la única posibilidad de promoción que resta. Y cuando ya todos seamos jorobados voluntarios y exteriores,sólo quedará esperar a la tercera fase del plan televisivo: un concurso de dobles de los monstruos más perfectos.

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