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El movimiento ciudadano, a la espera del 3 de abril.

El movimiento ciudadano madrileño parece haber sufrido un pequeño terremoto interno, que ha hecho cambiar en parte el objetivo de sus reivindicaciones. El paso de la clandestinidad a la vida participativa está, en teoría, a punto de producirse, aunque todo depende de cómo el futuro Ayuntamiento democrático enfoque su relación con las asociaciones ciudadanas. Participación, gestión y control son tres escalones que llevará mucho tiempo recorrerlos, porque ni los vecinos están acostrumbrados a dialogar (simplemente porque no tenían interlocutor fiable) ni la máquina municipal está acostumbrada a salir de sus casillas autoritarias, fortalecidas durante años de cerrazón. Campañas como la venta de pan barato deberán ser desde ahora cuestión de los partidos políticos.

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