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Clavero Arévalo aspira a presidir la Junta

Todo indica que la composición de la futura Junta de Andalucía registrará escasa variación tras las elecciones locales con respecto a la correlación de fuerzas surgida de las urnas el 1 de marzo. Es cierto, que junto a quince parlamentarios en representación de los cuatro partidos con escaños se sentarán en el pleno del organismo preautonómico dieciséis representantes de las ocho diputaciones, pero el sistema electoral y los previsibles resultados de las municipales hacen pensar que PSOE y UCD se repartirán, a partes iguales, esos dieciséis puestos.

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En cualquier caso, sólo los quince parlamentarios decidirán quién de ellos será el nuevo presidente de la Junta. Dado el equilibrio de fuerzas entre centristas y socialistas, lo más probable es que el PCE y el PSA, aunque únicamente cuenten con un voto cada uno, sean en definitiva los que tengan la última palabra sobre la presidencia.Para este cargo hay ya, al menos, un candidato: Manuel Clavero Arévalo, ministro para las Regiones y hombre fuerte de UCD en Andalucía, quien desde hace tiempo acaricia la idea de presidir la autonomía de su región; aunque sólo presentaría la candidatura en caso de estar seguro de su triunfo. Clavero se ha defendido de las acusaciones de que la preautonomía andaluza ha sido obstaculizada desde el Gobierno, replicando que ha sido el PSOE el que desde un primer momento se opuso a constituir la Asamblea de Parlamentarios y, posteriormente, rechazó la oferta de transferencias.

Para los socialistas, el partido gubernamental ha tratado de vaciar de contenido un proceso preautonómico hegemonizado por el PSOE, haciendo una oferta de transferencias totalmente insuficiente y de poca entidad política. Desde la misma perspectiva se contemplan también la negativa oficial. de la Coordinadora de Diputaciones -compuesta, naturalmente, por hombres nada identificados con el socialismo- a disolverse en favor de la Junta y la prohibición por parte del ministro de Cultura de que los directores de museos andaluces se reuniesen con el consejero del ramo, el socialista Alfonso Lazo.

Lo que sí está claro es que el balance de la actividad de la Junta desde su constitución formal en mayo de 1978 es bastante mediocre y esta ha sido, sin duda, una de las razones del triunfo relativo del PSA en las elecciones de marzo, al recoger la frustración de un pueblo que veía a sus representantes entretenidos en pugnas menores más que en enfrentarse seriamente al paro y otros problemas. Hay que decir, desde luego, que el ente preautonómico no contaba con poderes concretos ni medios materiales para emprender una labor de envergadura, pero el hecho es que el ciudadano andaluz se ha sentido ajeno a la Junta, y que el solemne acto de la firma del Pacto Autonómico apenas despertó interés más que en los medios informativos.

La acusación de electoralismo ha estado gravitando constantemente -y no sin cierta dosis de razón- sobre los partidos miembros de la Junta y, de modo muy especial, sobre los mayoritarios PSOE y UCD, cuyas batallas en el seno de dicho organismo no han podido sustraerse en absoluto al abierto enfrentamiento que ambos han mantenido desde el 15 de junio a nivel estatal.

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