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ELECCIONES LEGISLATIVAS

Alegría en la sede central del Partido Comunista

«La pantalla del Martín nos da dos diputados por Valencia», anuncia un eufórico militante. «La pantalla del Martín (Villa)» es una terminal de ordenador conectada con el centro de cálculo del Palacio de Congresos que levanta más expectación que el televisor que pasa el joven Woody Allen en ¿Qué tal Pussycat?

La biblioteca de la sede central del Partido Comunista (Castelló, 36, Madrid) está más repintada que el 15 de junio de 1977 y las caras que rodean la flamante «pantalla del Martín» son más sonrientes. «Voy a entrar como un señor», dijo Carrillo cuando, en plena madrugada, se marchaba al Palacio de Congresos.Al otro lado de la ciudad, junto a la plaza de la Opera, en la sede provincial de los comunistas madrileños, un miniordenador procesa los datos que van mandando los interventores del PCE que se han instalado junto a las urnas de toda la provincia. La recogida de datos marcha a gran velocidad: a medianoche se conoce ya el 60% de los votos emitidos. Más que ganar un diputado en Madrid, lo que parece enorgullecer a los comunistas es lo bien que les va funcionando su ordenador y la eficacia y ganas que echan los militantes a la tarea. «Nos ha llamado Rosón (gobernador de Madrid) para pedirnos datos», sonríe encantado el viejo Simón Sánchez Montero.

A pesar de la cibernética, los golpes de alegría tienen a veces motivos muy simples: «Hemos ganado en Villaconejos.» Villaconejos es un pueblo con cerca de 2.000 electores de las cercanías de Aranjuez. ¿Villaconejos? «Sí, Villaconejos. donde los melones.»

En la sede central de Castelló se piensa. más bien, en la alta política. «La clase obrera ha dado una lección al PSOE», dice Carrillo a la 1.30 de la madrugada, como si corriese aún con el impulso tomado con la carrerilla de la campaña.

« De vez en cuando, a la doble puerta blindada de Castelló se acerca un grupo de jóvenes militantes que aprovechan los focos de Televisión para disparar sus instamatics: «Hemos fotografiado a Tamames y a Marcelino...»

Continuamente, la telefonista del Comité Central (rizado eléctrico y falda larga) va recibiendo llamadas de las sedes comunistas de otros lugares de España. «Sí, sí, esto va muy bien... Cinco ... Sí, cinco diputados en Madrid ... Ahora le paso... ¿Santiago?... Le llama Santiago Alvarez». Sobre la pared de la habitación que ocupa la centralita, un gran cartel muestra a un Tamames sonriente que flota sobre un paisaje urbano.

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A las 4.30 de la madrugada, Santiago Carrillo marchó al Palacio de Congresos («sólo para ver cómo es esto, porque mi aparato informativo funciona mejor que el de aquí»). A pesar de que a esa hora se hablaba de un avance comunista que implicaba la ganancia de un 25% de escaños, Carrillo insistió en sus viejas tesis: «A mi juicio, no ha valido la pena la convocatoria de estas elecciones. Y esa ha sido la posición del Partido Comunista siempre: diciendo que no teníamos ningún miedo a las elecciones porque. dé todas maneras, íbamos a ganar posiciones. Pero yo creo que no hacía falta, y que ha sido un error de quienes las han provocado. Habría sido mejor hacer un Gobierno de coalición democrática en las anteriores Cortes y haber aprovechado estos dos o tres meses para resolver problemas importantes. en vez de hacer campaña electoral». «De todos modos -había dicho poco antes-, si la ley electoral fuese realmente proporcional. en vez de veinticuatro o veinticinco diputados, tendríamos sesenta».

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