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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Dominó

Ayer tenía yo que asistir a un coloquio sobre los cuarenta años esos que dicen, sin sexo, con Luis Berlanga, Susana Estrada y más gente, tenía que tomar un avión para Mallorca con Silvia Tortosa y otras aerobellas, tenía que asistir a la tertulia política de Abc sobre las elecciones y tenía que cenar con Nathalie Sarraute en la Embajada francesa. Bueno, pues en lugar y mejor que todo eso, me metí en el Café Ruiz, pasota/ pinchota, a escuchar el acordeón de Carlos.

Carlos se sabe muchas piezas, pero sobre todo Dominó, de cuando los bobos y mediados cincuenta, siempre cantando bajo la lluvia en los domingos sin propina. Los chelis de por trasantañazo -chelis, sí, y qué, oiga- le habíamos puesto una letra muy hortera al estribillo francés: «Dominó, dominó, secante de chatos y porrones ... » Carlos le echa a Dominó una lentitud como excesiva que es su aportación personal a la canción postexistencialista francesa, así como la aportación de Proust a la novela es también la lentitud, la lentificación.

Me ha llenado el corazón de lágrimas, este hombre, así que le doy veinte duros a trasmano, arrugados como un pañuelo:

-Gracias por la pasta, pero lo que necesito es empleo.

Carlos es aparejador. Ha trabajado durante cinco años como tal. Ahora, con la inhibición de los inversionistas, que es como una impotencia sexual ante la matrona democonstitucional, Carlos se ha quedado en mitad de la calle con su acordeón retrofrancés:

-El otro día, unos muy de derechas me ofrecían trabajo, pero primero tengo que estar metido en el paro, porque luego ellos me sacan del paro y me dan las condiciones que quieren, condiciones de miseria, claro.

Ya se van ustedes aclarando, supongo, mediante el acordeón de Carlos, sobre cómo funciona esto del paro en una sociedad vergonzante/ capitalista: el parado no tiene derecho a nada, es un personaje de Raíces, sólo que pintado de rostro pálido, al que se le imponen las condiciones empresariales que convienen a la empresa, El paro español es una mezcla de Kunta Kinte, o como se escriba eso, y la protagonista anillada de la Historia de O.

-Somos ochocientos aparejadores parados en Madrid. Seis mil en toda España. Yo por la mañana hago seguros.

Por las mañanas hace pólizas de seguros a comisión y por las tardes toca Dominó en el Café Ruiz, en el Gijón, en el Viena, en los viejos cafés que van quedando. Así está el tema. Me lo dijo Ortega en la Revista de Occidente, cuando yo iba por allí a cazar moscas para que Bergamín las atase por el rabo:

-Este país se arreglaba poniendo a todo el mundo un grado por debajo de donde está.

Lúcido diagnóstico. Pero aquí y ahora es que nos hemos pasado. Tener a los apiarejadores tocando el acordeón y a los arquitectos conduciendo tranvías me parece una catástrofe económica nacional, máxime cuando ya no hay tranvías.

Si el aparejador toca el acordeón, por el paro, el albañil tendrá que tocarse la próstata, con lo cual pronto vamos a tener, no sólo un país de parados, sino un país de prostáticos, y eso sí que es peor, que no se remedia con el subsidio. Y el personal con la próstata otra vez reprimida, ahora por culpa del abstencionismo empresarial y dinerario, como antes por culpa de Arias-Salgado (senior), puede acabar haciendo la revolución pendiente que no hizo Girón por falta de un rato libre, hombre.

A no ser que le demos un acordeón a cada parado y hagamos una España orfeónica y nostálgica, con bandadas de sonrisas migratorias de Suárez, como gaviotas de la democracia: esa sonrisa innumerable que sobrevuela la Gran Vía, Alcalá, la Castellana, con la simpatía dentífrica del presidente, como alas del tamaño de la nieve, que dijo maestro Aleixandre.

Carlos, de tanto meterle sentimentalismo y autobiografía a Dominó, ha desguazado ya tres acordeones. El de ahora, como ya lo tiene viejo, suena más a mis tiempos. Dominó, Dominó... Ochocientos aparejadores sin trabajo en Madrid.

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