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El "premier" francés inicia una delicada visita a Canadá

El primer ministro francés, Raymond Barre, inició ayer una delicada visita oficial a Canadá. Parece ser que el propio interesado, durante la travesía en avión, resumió ante sus allegados el ejercicio de trapecista que se verá obligado a realizar, durante los seis días de su estancia en tierras canadienses, con la siguiente expresión: «Voy a caminar sobre huevos».El Estado federal de Canadá está compuesto de seis provincias. Una de ellas, la llamada «bella provincia», es Quebec, de origen francés, y no inglés, como las restantes. Las aspiraciones independentistas de Quebec se materializaron en 1976, con la llegada al poder de René Levesque, que un año después fue recibido en París con honores de jefe de Estado.

Contra estas aspiraciones, el Gobierno central de Ottawa, dirigido por Pierre Trudeau, está desplegando todos sus recursos políticos y diplomáticos, por estimar que la independencia de Quebec trasformaría a Canadá en una colonia norteamericana (el 65 % de su economía, directa e indirectamente, está ya en manos de las multinacionales de Estados Unidos).

Desde que, en 1967, el general De Gaulle, entonces presidente de la República, pronunció el histórico «viva Quebec libre » en el balcón del Ayuntamiento de Montreal, Ottawa desconfía de París, que, por su parte, practica una política de «no injerencia en Canadá y de no indiferencia hacia Quebec».

Este equilibrio resulta cada día más difícil, y el momento actual no es el más propicio para que la visita de Barre resulte «neutral», debido a que este año será crucial para la historia de Canadá: este año se efectuarán elecciones federales, y para unos meses más tarde, Levesque ha prometido un referéndum en el que Quebec pueda pronunciarse sobre la posibilidad de independencia.

El viaje de Barre ha sido calificado de «visita de Estado a Estado » por lo que se refiere a Canadá, y de «Visita de trabajo» a Quebec. Sólo al final del periplo del primer ministro francés se verá si estas precauciones han sido suficientes para «controlar» el interés de París en el desahogo «normal» de la francofonía.

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