El riñón no es pecado
Monseñor Buxarrais, obispo de Málaga, no ha quitado un peso de encima en importante carta pastoral: el riñón no es pecado.El prelado/ purpurado malagueño, de acuerdo con la aceleración histórica hacia atrás de la Iglesia hispanorromana, y por si Marcelino Oreja se hubiese pasado con el Papa de la rebeca soviética de lana ucraniana adopta en su carta «una actitud cristiana ante los trasplantes de riñón», y viene a decirnos que no desearás el riñón de tu prójimo, o como mucho, una vez al año, o antes si hubiere peligro de muerte: o sea que autoriza los trasplantes.
La Iglesia, durante veinte siglos, ha tenido ejecutoria sobre ese medio monje inferior que es el hombre, según Primo de Rivera junior, y también ha procurado ejercerla sobre el medio monje superior, o sea el soldado (siguiendo siempre con el junior), pero ahí, como mucho, le han permitido a la Iglesia bendecir acorazados y bombarderos, rebautizar cruza das, cristianar rojos muertos y otros servicio auxiliares. La Iglesia y la religión, en fin, que desde los tiempos soleados de la Biblia sólo tenían y ejercían jurisdiccíón sobre los órganos sexuales de Tobías, de la mujer de Lot, de usted, de la señora de usted y de mí, sobre las zonas erógenas y estribaciones de ingle, parece que también empiezan a poner en cuestión el erotismo de los riñones, la pornografía del páncreas y la pecaminosidad de la vesícula.
Muy pronto ha dicho monseñor Buxarrais en su impaciente afán por posar de obispo constitucional y postconcordatario, que el riñón no es pecado y que él, debidamente asesorado por un equipo médico que suponemos será habitual, ve con buenos ojos los trasplantes de riñón en los enfermos. ¿Y po qué, si las glándulas mamarias de la mujer o los conductos seminales del hombre son partes hediondas del ángel caído, por qué, monseñor Buxarrais, con qué autoridad, con el respaldo de qué Concilio de Niceasupone usted que el riñón no es obsceno, pecaminoso, lujurioso, provocador y pornográfico? San Pablo instituyó el matrimonio por culpa de las fornicaciones. ¿Está usted seguro, monseñor, de que no se fornica también con los riñones?
Un obispo no debe saber de eso. Pero yo puedo prometerle, monseñor, como pecador que soy, que un cierto dolor de riñones sí deja la relación sentimental. Por otra parte, confieso, yo pecador, que siempre que he puesto la mano sobre la zona lumbar de una dama, he sentido la comezón lujuriosa en el alma, y esa zona lumbar debe ser, más o menos, lo que el ahora uniamotinado López Rodó llama las cachas. ¿Cómo puede la Iglesia bendecir y tolerar, tras largo asesoramiento científico, como en el caso del mitrado/ purpurado malagueño, ese libidinoso tejemaneje de los trasplantes de riñón, en que a una persona le ponen el riñón de otra que a lo mejor incluso está muerta, añadiendo necrofilia al comercio carnal de los pacientes? La Iglesia siempre había condenado el intercambio de órganos entre los feligreses.
Según Masters y Johnson, editados en España por mi querido Salvador Pániker, en el jaleo sexual interviene todo el cuerpo, desde la raíz del pelo a los pies de la amada, que el poeta Neruda cantaba como lámparas, pasando naturalmente por la aorta, la zona biliar y por supuesto los riñones. Quizá lo que menos intervenga en el acto sexual sea el sexo.
¿Cómo, entonces, después de haber leído a Masters y Johnson, puede un obispo malagueño, por muy mitrado/ purpurado que sea, sostener que el riñón no es pecado, tan pecado como el guante de Gilda o el pantalón siempre caído de Marlon Brando en su último tango? «Se puede dar que una persona viva y con buena salud ofrezca uno de sus riñones para un familiar u otra persona», escribe monseñor Buxarrais, tratando siempre de los trasplantes y autorizándolos moralmente, en antológica homilía que viene a precisar que el riñón no es pecado.
Pero Nabokov dice de Lolita que le hubiera gustado «comerse sus riñoncitos». El prelado no la leído a Nabokov. ¿Y cómo no van a ser pecado de la carne los riñoncítos frescos, jóvenes y tersos de Isabel Tenaille, un suponer? Desengáñese, ilustrísima, todo el cuerpo es pecado, ángel caído, polvo enamorado. Hay que prohibir los trasplantes.
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