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Reportaje:

El "secuestro a la italiana", una industria floreciente

Juan Arias

Decir a la italiana, significa que en este país las cosas se colorean siempre con unas fintas particulares, que las cosas nunca son completamente dramáticas, o si lo son, pueden serlo en manera diversa. Aquí son distintos los comunistas, los curas, los militares. Es distinto hasta el amor. Ahora, por si faltara poco, es distinto, también, el Papa.De lo que no cabe duda es de que aquí son distintos los famosos secuestros de personas. En primer lugar, es el país en el que se producen mayor número de ellos. Ya casi es imposible seguir el ritmo nacional. Se cuentan por regiones, y en cada una de ellas las características son diversas. La gente teme, por ejemplo, ser secuestrada en la región toscana, porque allí muchos de los secuestros, casi todos, han acabado mal, es decir, con el asesinato del secuestrado, incluso después de haber sido cobrado el rescate.

Hay economistas que afirman que hoy, en Italia, los secuestros son la mayor industria que existe. Y se las han inventado todas para enternecer a las familias. Por eso secuestran niños, ancianos, jovencitas, mujeres embarazadas. Falta sólo que sean secuestrados los muertos.En este escándalo de los secuestros de personas han intervenido todos. Hasta los papas. Sobre todo en el caso de niños secuestrados habían intervenido el papa Montini y el papa Luciani, y hace unos días, el papa Wojtyla llegó a recordar a los bandidos que «Dios podrá vengarse de sus acciones».

¿Habrán sido estas palabras tan duras del Papa las que han creado una historia inédita en esta tragicomedia de los secuestros? Es casi un cuento de Navidad, un cuento rosa para contarlo a los niños junto al fogón, mientras se espera que nazca el niño Jesús. Es, de verdad, una historia a la italiana.

El comerciante toscano Gaetano Manzoni fue secuestrado, el 25 de septiembre, en su chalet de San Donato, en Poggio. Los bandidos lo tuvieron con los ojos vendados durante casi tres meses. Fue liberado la pasada semana a diez kilómetros de Florencia, a dos pasos de su casa. Se trataba de un secuestro en esa región donde, generalmente, secuestro es igual a muerte. Por eso Gaetano lo primero que dijo fue: «He resucitado, porque me consideraba condenado a muerte.» Por su rescate habían pedido doscientos millones de pesetas. Pero le dejaron libre sin que la familia pagase una lira. ¿Qué había pasado? Lo contó el propio interesado, que aún no se cree lo que le ha sucedido. El día antes de liberarle, los bandidos le dijeron: «Has tenido suerte. Te vamos a dejar libre sin rescate. Tienes sólo que prometernos una cosa: hay una niña de cinco años que necesita operarse del corazón. La operación cuesta medio millón de pesetas y sus padres no pueden pagarla. Irás tú mismo en persona al pueblo de esta niña a llevarles el dinero de la operación, es este el precio de tu liberación.»

El comerciante ha dicho que los bandidos habían leído la historia de esta niña en una revista y que «se habían conmovido tanto que habían decidido ayudarla». La justicia que tendrá que intervenir en este secuestro esta vez no tendrá tentaciones de pensar que los bandidos puedan ser «extranjeros»

La niña se llama Milena Dorigo. Es la hija única del camionero Celso y de la mujer de casa Daniela Clauzzo. Tienen 52 años y son de Udine. La niña nació con cuatro defectos cardíacos. Necesitaba dos operaciones difíciles. El catedrático Azzolina le hizo la primera el 4 de abril. El medio millón de pesetas lo recogieron entre los habitantes del pueblo en una colecta. Ahora la niña debía sufrir la segunda operación y los padres se avergonzaban de pedir dinero otra vez a la gente. La historia la contó una revista que llegó a las manos de los bandidos que secueitraron al comerciante. Y quisieron hacer «un sacrificio al Niño Jesús», ya que le pidieron a Gaetano que hiciera esta buena obra «antes de Navidades».

La Magistratura afirma que se ha tratado más bien de un gesto de astucia, porque una parte de la banda había caído en manos de la policía y se halla en la cárcel. Los carceleros se habían quedado aislados, dejando escapar el botín. Si caían también ellos en manos de la justicia recibirían penas muy inferiores, ya que la nueva ley sobre los secuestros condena a cadena perpetua a los bandidos si la víctima muere o es asesinada, mientras asegura una disminución grande de la pena si la dejan en libertad.

Pero la gente del pueblo de Milena prefiere pensar que se ha tratado de un gesto de bondad de los bandidos hacia la pequeña enferma de corazón. Es como si quisieran convencerse que incluso en aquellos bajos fondos del crimen puede brillar de cuando en cuando un rayo de humanidad. Algunos escritores han dicho que es como el miedo a que la bondad pueda desaparecer completamente, que todo sea diabólico, crimen y cinismo. Otros piensan que la Navidad, que es ya totalmente pagana, mantiene aún rescoldos del cristianismo primitivo, cuando todos se sentían un poco más buenos en unos días en los cuales hasta las peleas y los conflictos familiares se dejaban para un italiano cuyo «mamismo» es conocido en todo el mundo. Tocar a un niño es como cometer un sacrilegio; salvar a un niño, y más aún si está enfermo del corazón a los cinco años, es como un pasaporte de bondad que no hay juez que lo anule. Es algo que se saben muy bien hasta los bandidos, a quienes más que las amenazas divinas del Papa les interesa el clima psicológico que se crea en la opinión pública hacia quienes se «conmueven ante un niño enfermo».

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