Televisión, sala de estar y huelgas
Yo, cuando voy a una casa, me agrada que valoren mi diálogo más que el monólogo de la tele, y me duele cuando mis ideas me las reprime uno de esos telefilmes seriados que no dicen nada.En las salas de estar, antes de imponerse la tele, se practicaba el humanismo de las visitas, se preguntaba por la familia y se contaban las alegrías y las penas de la vida. Pero ahora no, los nietos mandan callar a los abuelos y los hijos a los padres, para tragarse un rollo más de la droga televisiva. Se ha dicho que si a los niños les preguntaran, ¿a quién, queréis, más, a papa, a mama o a la tele?, la respuesta se la pueden imaginar.
Cuando se va de visita hay que arreglarse y someterse a un viaje de ida y vuelta. Que esto nos lo «agradezcan» haciéndonos callar por el programa de la tele o hablándonos hasta que empiece, o lo que es peor, simultaneando la charla con el programa, es algo que no me va.
Yo prefiero gastar mis neuronas dialogando con un semejante que tragarme sin respuesta el programa del día. Así que recomendaría a los urbanistas y arquitectos que los nuevos pisos populares los proyectaran con una habitación más. De esta forma habrá dos salas de estar, una para los que prefieren el diálogo o la lectura y otra para los televidentes. Y creo que está claro que salvando programas muy seleccionados, los primeros saldríanganando.
Desde luego, de todas las huelgas que se puedan producir en el país, la que menos me preocupa es la de Televisión, y menos después de haber pasado el lavado de cerebro del referéndum.
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