Gran Bretaña propone la convocatoria de una conferencia sobre Rodesia
El primer ministro británico, James Callaghan, ha anunciado inesperadamente en el Parlamento el envío de un emisario personal a Salisbury para pulsar la opinión de todas las partes implicadas sobre la convocatoria de una conferencia a propósito de Rodesia, que se celebrarla en Gran Bretaña a comienzos del año próximo. La iniciativa del señor Callaghan cuenta con el apoyo del presidente Carter, cuyo embajador en Zambia se unirá al representante británico en este último intento anglo-norteamericano para poner fin a la guerra de Zimbabwe.El enviado del primer ministro británico es el presidente del grupo parlamentario laborista, que abandonará Londres a comienzos de semana en un viaje que le llevará, además de a Rodesia, a las capitales de los cinco Estados de la «Iínea del frente», a Nigeria y a Suráfrica.
La iniciativa del primer ministro, en general bien acogida en su propio partido y en las filas de la oposición, es tanto más sorprendente por cuanto ha sido pública la reticencia con que el señor Callaghan ha acogido siempre la idea de patrocinar un «Camp David» para Rodesia, asumiendo que con la convocatoria de una cumbre en Gran Bretaña su Gobierno juega la última baza diplomática para la pacificación de la ex colonia.
Las circunstancias y el momento en que el señor Callaghan ha lanzado su iniciativa revelan un nuevo triunfo de la diplomacia secreta -Washington y Londres tendrían ya el placet del Gobierno de Ian Smith y del Frente Patriótico y se habrían dedicado a esparcir cortinas de humo en los últimos días- o bien una grave asincronia entre los Gobiernos británico y norteamericano.
El martes pasado el Departamento de Estado anunciaba que no habría más intentos para convocar una conferencia sobre Rodesia, tras el aplazamiento de las elecciones destinadas a llevar al poder a la mayoría negra y los previos y masivos ataques del ejército de Smith contra Zambia y Mozambique.
El mismo día, Salisbury emitió un comunicado acusando a Londres y Washington de querer traspasar al régimen rodesiano su propia incapacidad para promover la pacificación del país. La nota del consejo ejecutivo rodesiano añadía que el 20 de octubre, en el Departamento de Estado, sus cuatro miembros habían asentido a la convocatoria de una conferencia con el Frente Patriótico «sin condiciones previas», y acababa pidiendo a Gran Bretaña y Estados Unidos que reconsiderasen su postura.
El miércoles, el ministro de Asuntos Exteriores británico declaraba en los Comunes que el Gobierno laborista permitiría a Ian Smith y a sus colegas en el Gobierno interino venir a Gran Bretaña sólo a condición de que lo hicieran para participar en una cumbre de todos los partidos sobre el futuro de Rodesia. Pero el señor Owen añadió inmediatamente que ese momento todavía no había llegado, porque no se daban las condiciones imprescindibles de buena voluntad y disposición al compromiso.
Un factor nuevo que sumar a los ya conocidos -dificultades del Gobierno rodesiano y discrepancias entre los Estados de la «línea del frente» y losjefes guerrilleros a los que apoya- hace esta vez más probable el éxito de la iniciativa británica. Se trata de la advertencia del primer ministro surafricano a Ian Smith en el sentido de que no está dispuesto a proseguir su ayuda económica, vital para el régimen rodesiano, si el Consejo Ejecutivo vuelve a aplazar las elecciones ahora fijadas para el 20 de abril.
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