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Antonio Pedrol o la independencia profesional

Cuando en enero de 1977 la llamada matanza de Atocha conmocionó a España entera, el comportamiento de Antonio Pedrol, como profesional del Derecho y como máximo representante de los abogados reveló el alto concepto que él tenía de la abogacía y de su misión. Al margen de la militancia comunista de los abogados asesinados en aquel, atentado, pero precisamente porque eran abogados, el decano del Colegio de Abogados de Madrid no dudó en reivindicar su muerte violenta como un atentado a la independencia y a la libertad del ejercicio profesional y en asumir los asesinatos cometidos como una tragedia que afectaba a toda la corporación.Casi dos años después, este mismo comportamiento ha llevado al decano del Colegio de Abogados de Madrid y presidente del Consejo General de la Abogacía española a estar en la primera línea cuando el terrorismo ha golpeado de nuevo, esta vez en la persona del magistrado señor Mateu Cánoves. Los que sotto voce criticaron a Pedrol por su ejemplar comportamiento en la primera ocasión habrán comprendido ahora las razones profundas y la altura de miras que movieron la conducta del decano del Colegio de Madrid. En una y en otra ocasión Pedrol ha salido en defensa, por encima de la ideología concreta de las víctimas y de las ideas que impulsaron a sus asesinos, de colaboradores y servidores de la Justicia, así como de su independencia en el ejercicio profesional y en la función de juzgar.

Esta actitud la ha venido manteniendo Antonio Pedrol con firmeza desde enero de 1974, en que tomó posesión del decanato del Colegio de Abogados de Madrid y de la presidencia del Consejo General de la Abogacía Española. En aquellas fechas la abogacía madrileña estaba profundamente dividida, después del veto político puesto por la Administración a las candidaturas de Gil-Robles y Tierno Galván al decanato del Colegio de Madrid.

Defensa profesional

Pedrol, que se había batido con Ruiz-Giménez en las elecciones de diciembre de 1973 para el puesto de decano, asumió desde el principio las principales aspiraciones del sector demócrata del Colegio de Madrid, pasando a ser desde entonces las aspiraciones de la corporación en cuanto a tal. En general, estas aspiraciones se concretaban en la reforma. y derogación de la legislación represiva del franquismo (ley de Orden Público, que permitía el arresto gubernativo hasta tres meses, y decreto-ley sobre prevención del terrorismo), en la autonomía de la vida corporativa frente a la absorbente ley de Colegios Profesionales que entonces preparaba el Gobierno, en una efectiva libertad en el ejercicio de la defensa, sobre todo ante el Tribunal de Orden Público, en la inmunidad de los despachos profesionales frente a los registro de la policía y en la desaparición de la intervención en las comunicaciones penitenciarias del abogado defensor con su cliente.

En todos estos terrenos el decano del Colegio de Madrid y su junta de gobierno mantuvieron una actitud firme en defensa de los profesionales. Con tesón y con paciencia el decano fue neutralizando ciertas iniciativas de la Administración y mejorando las tensas relaciones entre ésta y la abogacía. En aquellas fechas el decano del Colegio de Abogados de Madrid ya actuaba en defensa de la profesión como «una monja pedigüeña que ha perdido la vergüenza», como él mismo se describiría más tarde, con innegable sentido del humor, ante un senador que le reprochó su insistencia en introducir en el texto constitucional una enmienda sobre los colegios profesionales.

Aspectos "materiales"

Pero Pedrol no sólo defendió los «derechos» de la abogacía y, en definitiva, ciertas características básicas del estado de derecho, desconocidas por el franquismo, en los despachos oficiales, sino que también descendió a la arena cuando fue necesario.

Cuando tres abogados de Barcelona fueron procesados, por el TOP por hechos relacionados con el ejercicio profesional, Antonio Pedrol no dudó en asumir su defensa. Tampoco dudó el decano del Colegio de Madrid en estar presente en el consejo de guerra que juzgó y absolvió al abogado Jaime Miralles, y en visitar en la cárcel a la abogada Lidia Falcón, cuando fue detenida por su presunta relación con el atentado de la calle del Correo, de Madrid.

El decano del Colegio de Abogados de Madrid también se preocupó de los aspectos materiales de la profesión. En el discurso de su toma de posesión como decano ya abogó por una mayor previsión para el colegiado y sus familiares. Poco después se creó por su iniciativa un fondo de solidaridad profesional en el Colegio de Abogados de Madrid. Las primeras partidas presupuestarias para remunerar el turno de oficio, vieja aspiración de la abogacía, fueron asignadas en el primer año del mandato de Pedrol, y en el segundo año fue aprobada la ley que obliga a determinadas sociedades mercantiles a tener un letrado asesor del órgano que ejerza su administración.

Solidaridad

La actividad del decano del Colegio de Abogados de Madrid no se limitó sólo a la abogacía, sino que trascendió al ámbito interprofesional, entonces sometido a la amenaza del desarrollo reglamentario de la ya excesivamente intervencionista ley de Colegios Profesionales. En esta batalla de solidaridad interprofesional el Colegio de Abogados de Madrid jugó un papel fundamental con su asesoramiento y sus iniciativas de estudio de las responsabilidades e inmunidades de las diferentes profesiones. La profesión periodística tampoco quedó al margen de esta preocupación. El secreto profesional, tema puesto sobre el tapete a raíz del procesamiento del periodista Ernesto García Herrera en febrero de 1975, mereció la atención del Consejo General de la Abogacía, y su estudio fue abordado por el Círculo de Estudios Jurídicos, del que Antonio Pedrol fue presidente hasta la fecha de su elección como decano del Colegio de Madrid.

En aquellas fechas el sector profesional de la sociedad española inició un proceso de unidad, tendente a una mejor defensa de sus derechos legítimos y a un mejor servicio a la sociedad. En 1978 esta unidad se ha hecho patente en el homenaje que hoy ofrecerá a Antonio Pedrol la práctica totalidad de los profesionales españoles.

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