Denuncias por falta de higiene y precios altos en el "hiper" de Majadahonda
Con el apoyo de un notable despliegue publicitario se inauguraba hace dos años un establecimiento que prometía un sistema ideal de ventas: el hipermercado de Majadahonda. La concentración de productos aseguraba que todas las cosas necesarias serían fácilmente accesibles, y el anuncio de bajos precios garantizaba que serían económicas. Pero, según parecen demostrar las denuncias realizadas por empleados y clientes, en el hipermercado de Majadahonda no salen bien parados ni el ahorro de tiempo ni el de dinero.Los clientes del hiper han comenzado a quejarse por los sensíbles aumentos de precios. El pasado viernes, por ejemplo, el kilo de pescadilla se vendía en las pescaderías del pueblo a un precio que oscilaba entre las 380 y las cuatrocientas pesetas, mientras en el hiper se despachaba a seiscientas. Asimismo, los tomates cultivados por los hortelanos de la localidad se venden en la plaza a un precio que puede fijarse entre las veinticinco y las treinta, mientras el hiper los marcaba a 43. «Yo estoy convencida de que, en cada grupo de cien productos, sólo encontramos dos o tres más baratos que en el exterior», aseguraba un ama de casa. En realidad, hemos podido comprobar que los precios de carnes y pescados no son distintos de los de cualquier mercado importante de Madrid, aunque se utilice alguno más barato como reclamo general.
Sucede también que la acumulación de los casi 40.000 productos distintos que se ofrecen no parece respaldada por unas condiciones higiénicas aceptables. Hace algún tiempo apareció la siguiente pintada en las paredes de Majadahonda: «No comprar en hiper, hay ratas.» Algunos trabajadores de la empresa aseguran que, desde hace algún tiempo, las condiciones higiénicas en el centro comercial son un tanto deficientes. Además, casi todos los días se reciben quejas de los clientes, que denuncian haber adquirido productos en mal estado, y en este punto parece dudoso el comportamiento del centro: en vez de reintegrar a los perjudicados el importe en metálico de su compra, les facilita unos bonos que sólo pueden canjearse por otros productos y, por si fuera poco, están limitados al plazo de un mes.
Por fin, los trabajadores del hiper aseguran que, en lugar de descender el número de clientes con el aumento de los precios, ha disminuido el número de trabajadores contratados del centro: cada sábado se originan ante sus cajas unas colas tan enormes que algunos clientes han de perder casi una hora para abonar el importe de sus compras. Según comenta otra persona encuestada: « Está claro que la empresa sabe muy bien que el cliente habitual de este tipo de establecimientos tiene más en cuenta la facilidad que supone la compra de numerosos productos en una sola tienda, que el precio de éstos. También cuenta a favor del hiper su horario continuado desde las diez de la mañana a las diez de la noche.» Un joven que abandona el hiper sin haber hecho ninguna compra es más radical: «Lo menos importante es que haya ratas y que los precios no sean todo lo bajos que deberían ser, lo peor es que todo este tinglado nos recuerda mucho al genuino sabor de Estados Unidos.»
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