Expulsado un profesor de Aluche por obligar a sus alumnas a cometer manipulaciones sexuales
Un profesor de 69 años de edad, que ejercía su cargo en el colegio nacional Costa Rica, en Aluche, ha sido expedientado y posiblemente será apartado definitivamente de su profesión, debido a los abusos sexuales que cometió con varias niñas de EGB, a las que impartía clase.
Todas las partes implicadas en este asunto la directora del centro, padres de alumnos y el Ministerio, se muestran muy discretas a la hora de facilitar información, por entender que no se trata del caso típico de un sádico, sino de «una persona frustrada por la dureza en que se ha desenvuelto su vida, y que le ha llevado a una situación de anormalidad psíquica».La noticia llegó a EL PAÍS a través de una comunicación anónima, en la que se decía que un profesor castigaba a sus alumnas obligándolas a realizar con él manipulaciones sexuales. El anónimo citaba que la frecuencia de los castigos era prácticamente diaria, aunque parece confirmar se que este extremo es una exageración. La directora del colegio, Pilar Valls, prefirió en un principio no hacer declaraciones, aun que reconoció la gravedad del caso, y remitió a la información que quisiera facilitar el inspector de zona del Ministerio, de Educación, Andrés Abad.
El señor Abad ha sido quien ha llevado a cabo las averiguaciones pertinentes, y, asimismo prefirió no entrar en detalles concretos. La asociación de padres de alumnos mantuvo una postura similar, y ha adoptado la postura de no dar a conocer los nombres ni el número de las niñas implicadas por respeto a ellas mismas y a sus familias.
En cualquier caso, todas la partes coinciden en señalar este asunto como «muy desagradable» no ya sólo por los hecho acaecidos, sino por la personalidad del protagonista. Según decidió informar al fin el inspector de zona -que tuvo que abandonar por un momento su reposo aquejado de una fuerte pulmonía-, el profesor en cuestión es una persona de 69 años de edad, depurado por el régimen franquista durante veinticinco años, y que recuperó su puesto de profesor hace poco tiempo. Estaba enfermo de próstata y su delicado estado de salud no le permitía cohabitar con su esposa al menos desde hace ocho años. Todo parece indicar, como señalamos al principio, que no se trata de la acción de un sádico, «sino de la imperiosa necesidad de dar rienda suelta a una serie de frustraciones en varios aspectos fundamentales de la vida de una persona, y acumuladas durante años».
En opinión del señor Abad, el profesor en cuestión no sólo sufre enfermedades físicas, sin o que es muy posible que padezca algún tipo de trastorno mental, y piensa que su acción no hay que contemplarla como un delito, sino como la manifestación de una mente enferma. «En este sentido, la sanción más recomendable sería simplemente proceder a su jubilación y procurar su internamiento en algún centro psiquiátrico, si los médicos lo estiman conveniente.» Es la misma opinión que sustentan los directivos de la asociación de padres de alumnos -no fue posible hablar directamente con los padres afectados-, quienes resaltan, en cambio, el dato de que todo esto ocurrió hace un año, y que se han enterado sólo ahora, cuando las alumnas se decidieron a contarlo.
«En el fondo, apuntó el presidente de la asociación, late un problema social generalizado, como es la incomunicación humana, que en este caso se ha dado a nivel de relación padres-profesores, e incluso padres a hijos.»
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