Los dirigentes de la URSS desean más juguetes para los niños
Cuando el, «tio Manolo» un buen amigo asturiano que vive en la Unión Soviética, le regaló a mi hija Silvia por su cumpleaños una bicicleta, no pudo sospechar los problemas que planteaba en la familia. Silvia tiene cinco años. La bicicleta, cuatro meses. A Silvia le gusta invitar a sus amiguitos a montar en el sillín trasero, pero a las dos semanas desistió, porque el sillín, de plástico, pronto se rompió. Cuando las ruedas se desinflan hay que recurrir al «tío Manolo», que trae la bomba de inflar las ruedas de su Yiguli -coche de fabricación soviética- y después dé hacer unas «chapuzas» con los racords consigue dejar la bicicleta lista para ser utilizada. No me quejo de que la bomba de la bicicleta de Silvia no sirva para inflar las ruedas del deportivo juguete, porque «el tío Manolo» tampoco se queja cuando no puede levantar las ruedas de su coche con la bomba inflable que le dieron al comprar el automóvil.
Los problemas de mi amigo con su coche no sé si terminarán arreglándose, pero lo de las bicicletas para niños parece que va en serio. Los dirigentes de la URSS se preocupan en estos momentos de aumentar el nivel de producción en los artículos infantiles «que no corresponde a las demandas de la población», según informa Pravda al comentar en primera página y muy ampliamente sobre la decisión del Comité del PCUS y el Consejo de Ministros de la URSS «sobre las medidas de aumento de la. producción de mercancías infantiles, subida de su calidad y mejoramiento de su comercio».Nadie podrá ahora acusarnos de antisovietismo si denunciamos que en los comercios se siente carencia de ropa de verano e invierno, de calzado que proteja del frío, de coches para bebés, de deficiencia en la construcción de muebles infantiles, de mala calidad en los artículos deportivos y de enseñanza. Esta denuncia ha sido hecha ya por los organismos oficiales.
Un detenido recorrido por El Mundo de los Niños, un gran almacén situado en el centro de Moscú, donde se puede comprar de todo para los hijos,-desde que nacen hasta que cumplen los dieciocho años, es desalentador. Los juguetes sólo gustan a los padres que recordamos los caballos de cartón piedra, las muñecas peponas y los tambores de hoja de lata, atados con una cuerda. Además, El Mundo de los Niños de Moscú no existe en todas las repúblicas soviéticas, donde la carencia de artículos infantiles es más notoria.
Cuando los domingos los amigos españoles nos acercamos con nuestros hijos a los parques y las niñas llevan alguna muñeca de esas que lloran cuando se les quita el chupete y además se hacen pis, las familias soviéticas se acercan dispuestas a pagar lo que pidamos con tal de ofrecer a sus hijas ese juguete tan original.
Juguetes aparte, los problemas de ropa y calzado y los artículos para la enseñanza y el deporte son más preocupantes. El niño soviético,desde que nace está acostumbrado a ir vestido con una fuerte camiseta de pura lana, que dudamos sea virgen, dos jerseys de baja calidad y colores escandalosos; un anorak cuya hechura no favorece a la imagen de la criatura y un abriguito de paño, cruzado a la cintura por una bufanda que sirve de cinturón. Los leotardos que abrigan sus piernas son de mala calidad y los zapatos o botas, sin forrar, se deben poner en los radiadores de las casas a secar, porque se humedecen al primer contacto con el agua o la nieve.
Los dirigentes soviéticos han reconocido ahora que algunos ministerios «sistemáticamente» no cumplen los planes para producir los artículos infantiles que tienen gran demanda y señalan que no aprovechan las posibilidades para la producción de las mercancías necesarias. Además de mejorar la producción y la calidad, las medidas adoptadas prevén el abrir más almacenes especializados, con mayor comodidad para los compradores -lo que quiere decir que las largas filas que se forman ante determinados artículos infantiles pueden desaparecer-. Asimismo se crearán en estos almacenes las llamadas habitaciones para madres con niños, donde los pequeñuelos puedan pasar el tiempo bajo la tutela de personal pedagógico, mientras los padres hacen las compras necesarias. También se ha dispuesto de un servicio para enviar las compras a los domicilios.
Todo un programa previsto para alcanzar un nivel medio que, aun estando lejos de las demandas de la sociedad de consumo, haga posible las mínimas exigencias para el desarrollo, la educación y el recreo de los niños soviéticos.
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