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Las finanzas del Vaticano, una incógnita permanente

Juan Arias

La madre Angela Roncalli, sobrina preferida de Juan XXIII, contó en cierta ocasión que una vez le pidió dinero a su tío para la clínica de Roma de la cual era directora. El Papa abriendo una caja le dijo: "Mira, este es el dinero que me han dado, 300.000 liras", que equivalen a 30.000 pesetas. Pablo VI dejó escrito en su testamento espiritual que deseaba «morir pobre». En varios discursos afirmó que durante su pontificado la Santa Sede «era pobre» y que por eso no siempre podía acudir, como deseaba, en ayuda de los necesitados. Sin embargo, en todas partes se sigue hablando de las «grandes riquezas del Vaticano», de los negocios de la Santa Sede. En estos últimos años, después de la libertad de expresión conseguida con el Vaticano II, muchos católicos han pedido a la cumbre de la Iglesia de Roma que haga públicos sus balances económicos, que diga a los fieles cuánto dinero posee y cuáles son sus verdaderas riquezas.

El problema de las riquezas de la Santa Sede sigue siendo en gran parte un auténtico secreto que no se consigue desvelar. Según el vaticanista Zizola en su libro Quale Papa, editado por la editorial Borla, Pablo VI hizo esfuerzos sobrehumanos para llegar a una clarificación en este asunto ante las presiones que le venían de todo el mundo y ante las graves acusaciones que incluso muchos católicos empezaban a hacer a la Santa Sede. Parece ser que, incluso los Papas, no estuvieron nunca al corriente de lo que sucedía en el gran mundo de las finanzas vaticanas. Hasta la moderada e importante revista de los jesuitas italianos Civilta Cattolica, llegó a pedir que la Santa Sede publicase su balance económico, afirmando que los jesuitas están convencidos que el Vaticano no nada en el oro, pero que al mismo tiempo es necesario para la credibilidad de la Iglesia que su administración, como se pide hoy a los demás Estados, sea una caja de cristal transparente.En 1970 por primera vez y con muchas dificultades, Pablo VI consiguió centralizar las diversas administraciones de la Curia, creando un organismo único capaz de administrar todos los bienes de la Santa Sede. Se trata de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Iglesia, una especie de Ministerio de Hacienda. Pero ni siquiera este esfuerzo del Papa ha dado mucha luz a este problema. Continúa el secreto no sólo acerca de la cantidad concreta del dinero y de los bienes que posee el Vaticano, sino también de cómo se utiliza y, sobre todo, de cómo se invierte ese dinero. Se sabe, por ejemplo, que a través del importante banco vaticano Instituto de las Obras de Religión pasan una serie de cuentas corrientes de italianos para sustraerlas al control de los impuestos. Tampoco es un misterio que en los momentos de crisis italiana uno de los canales para la huida de capitales al extranjero fue este banco vaticano a través de amigos eclesiásticos que prestan el nombre a los especuladores. A veces en estos juegos el Vaticano pierde, como sucedió últimamente con la quiebra del banco del famoso financiero Sindona. Parece ser que en esta quiebra del banco Franklin Bank el Vaticano perdió más de 11.000 millones de liras (unos 1.100 millones de pesetas).

Son significativas estas palabras del cardenal Vagnozzi: «Han sido dadas disposiciones para que la Santa Sede no invierta capitales en campos que sean contrarios a la moral cristiana, como por ejemplo en sociedades farmacéuticas que producen anticonceptivos.»

De fuentes serias de información se sabe que el Vaticano participa en más de 54 sociedades italianas. De algunas se ha retirado últimamente para invertir en sociedades americanas consideradas más seguras. Según Corrado Panneberg en su libro Las financias del Vaticano, considerado por el famoso historiador jesuita Martina como la obra «más seria y más informada en este campo», el Vaticano posee importantes paquetes de acciones en compañías internacionales como General Motors, Shell, Gulf Oil, General Electric, Betlehem Steel, TWA, RCA y mantiene estrechas relaciones con importantes bancos mundiales como: Rothschild en Francia e Inglaterra, Hambro's Bank, Chase Manhattan Bank de Nueva York, el Morgan Bank y la Bakers Trust Company. Se sabe que últimamente la Santa Sede ha invertido capitales en diversas naciones del mundo que consideraba «más seguras» y que le ofrecían mayores intereses, mientras abandonó sociedades y bancos que le rendían menos. El cardenal Vagnozzi lo ha justificado interpretando en clave pragmática la afirmación de Pablo VI de que la Iglesia se encuentra hoy en dificultades económicas para hacer frente a sus necesidades. Según el cardenal del Vaticano: «Cuando el Papa dice que somos una Iglesia pobre y que necesitamos dinero, esto significa para nosotros que tenemos la obligación de mejorar el rendimiento de nuestras inversiones vigilando por su seguridad.»

Según el experto religioso de La Stampa, Lamberto Furno, últimamente, la Santa Sede ha retirado parte de su capital de las sociedades italianas y lo ha transferido a Estados Unidos, sobre todo en los sectores telefónicos, telegráficos, de seguros y bancarios.

Existe una verdadera esquizofrenia entre las declaraciones doctrinales de la Iglesia y las actuaciones concretas. Por ejemplo, mientras Pablo VI promulgaba su famosa encíclica Populorum Progressio, que es la mayor condena que la Iglesia ha hecho de la injusticia del hambre, el Vaticano le construía una nueva sala para la audiencias que costó más de 17.000 millones de liras (unos 1.700 millones de pesetas) y unos jardines colgantes encima de su palacio para que no tuviera que bajar a pasear en los jardines vaticanos. Pablo VI, que tanto luchó para reformar la Curia romana, en realidad duplicó el número de curiales y, por lo tanto, los gastos de la burocracia de la Santa Sede.

Origen del dinero

Todo empezó cuando Mussolini dio como indemnización a Pío XII casi 2.000 millones de liras. El Papa nombró como responsable de la administración al banquero Bernardino Nogara. Parece ser que fue un genio que supo multiplicar prodigiosamente este dinero. Lo cierto es que su genio consistió en haber invertido gran parte de este dinero en Estados Unidos antes de la guerra. Después de la guerra en Italia, con un cambio muy favorable, estos capitales permitieron al Vaticano dar una buena cantidad de oxígeno a la economía italiana, con la intervención en las más importantes sociedades. Un regalo a Italia que los políticos no han olvidado y siempre han agradecido pagando a veces un precio muy alto en momentos decisivos.¿Cuánto dinero tiene hoy en los bancos el Vaticano, además de sus innumerables bienes inmuebles? Nadie lo sabe. Se ha escrito que más de 800.000 millones de liras, pero Máximo Espada, ex banquero del Vaticano, declaró que la cifra no es exacta y que no llega a 400.000 millones.

Pero si la cifra exacta no la conoce nadie, lo que si se sabe es que las riquezas le llegan al Vaticano, sobre todo, de Estados Unidos, de Alemania y de Canadá.

Un escritor dijo en estos días que si hoy estuviera presente en el cónclave San Pedro no sería elegido Papa. El predicó una Iglesia que podía ofrecer sólo el milagro: «No tengo ni oro ni plata», dijo al paralítico que le pedía limosna a Ia puerta del templo, «pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesús levántate y anda».

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