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Temperaturas de sesenta millones de grados en un laboratorio

El éxite en las experiencias de la Universidad de Princeton puede suponer, según el anuncio que ha sido hecho público, una de las más fantásticas revoluciones en la tecnología humana de obtención de energía, similar a la fisión nuclear, actualmente empleada. Aunque basados ambos procesos -la fisión y la fusión, que ahora empieza a poder ser controlada por el hombre- en los procesos de transformación de masa en energía, expresados por Einstein, los hechos se desarrollan de manera muy distinta.En ambos casos sucede algo que el hombre ha comenzado a conocer hace muy pocas décadas: que la masa, ese concepto físico que se refiere a la consistencia o materialidad de las cosas, puede desaparecer para dar paso a la aparición de sorprendentes cantidades de energía. Este hecho, simplificando algo, se expresa mediante el enunciado la materia se transforma en energía, cosa que contradice las hipótesis, consideradas anteriormente como evidentes. de que la masa ni se crea ni se destruye.

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La fusión nuclear es lo que está sucediendo constantemente. Y de un modo espontáneo, en el Sol y en las estrellas. Allí, cada instante están produciéndose reacciones de fusión. Esta reacción consiste, como su nombre indica, en la fusión de dos núcleos atómicos para producir otro ligeramente más pesado. Al efectuarse la reacción, la suma de las masas de las partículas obtenidas es menor que la suma de la masa de las partículas que intervinieron en la reacción. La diferencia se ha transformado en energía.

Hasta ahora, los seres humanos no habían podido controlar ese proceso que espontáneamente se lleva a cabo en todo universo. Mientras el descubrimiento de la energía atómica orientaron su investigación hacia otras formas de producción de energía atómica, como la fisión. que resulta en realidad algo más sofisticado. Una de las principales razones de ello es que la producción de la fusión requería elevadas temperaturas, similares a las que existen en el seno de las estrellas. Y eso no era viable para nuestra tecnología

Lo que sí se había logrado era el desencedenamiento del proceso, pero sin posibilidades de control del mismo. Eso es la bomba de hidrógeno. En su explosión, la bomba genera las temperaturas del Sol creándose reacciones de fusión en cadena. Pero eso es una cosa y otra bien distinta obtener en un laboratorio sesenta millones de grados mientras todo permanece a salvo en su alrededor. Esta fantástica capacidad de control es la que acaba de ser lograda. ¿Cómo?

Mediante algo que parece sorprendente por su simplicidad: un reactor pequeño con forma de rosquilla y un campo magnético en su alrededor. Cuando en el reactor de Princeton se producen temperaturas de sesenta miliones de grados durante una décima de segundo, el campo magnético que le rodea evita que los gases generados transmitan ese calor que fundiría todo el entorno.

El control de ese proceso, que no es otro sino el que radica en el centro de las estrellas y gracias al cual se ha iniciado toda la vida y desarrollo en el planeta acerca a la tecnología humana a los orígenes, a la imitación directa de las fuentes más primitivas de energía, esta vez bajo control racional. Tras de las investigaciones de Princeton hay décadas de investigación, especialmente dirigidas por Estados Unidos, la Unión Soviética y la Comunidad Europea. Pero el desarrollo de estas investigaciones merece una explicación más detenida.

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