Los 200 kilómetros por hora sobre esquíes, a punto de conseguirse
Todos los años cuando llega el verano, el Plateau Rosa, en el glaciar del Breithorn, cerca de la localidad italiana de Cervinia, se convierte en el escenario casi insólito del esquí más rápido del mundo. La prueba del kilómetro lanzado, en la que los hombres; están ya a punto de alcanzar los 200 kilómetros por hora de velocidad sobre unas tablas, más que muchos automóviles y motocicletas, aprovecha las nieves perpetuas del macizo alpino para su celebración fuera de la temporada normal.
Los récords de velocidad pura son atacados en pleno verano europeo a 3.500 metros de altitud, entre los montes Cervino -el famoso Matterhorn- y el Rosa, al norte de Italia, cerca de la frontera suiza. Ayer mismo, el norteamericano Steve Mc Kinney, de veinticinco años, considerado desde hace bastante tiempo como el esquiador más rápido del mundo, logró descender por la vertiente del glaciar Breithorn, llamada Plateau Rosa, a 198,020 kilómetros por hora de velocidad media. Los cien metros en que se toma el tiempo tras el descenso, los recorrió en un segundo y 81 centésimas. McKinney recuperaba así su plusmarca conseguida la víspera, con 196,507, y que le había sido arrebatada por el italiano Walter Caffoni y el canadiense Terry Watts durante la misma mañana, con 197,477. Antes de las pruebas de este año, iniciadas el pasado día 10, el récord estaba en poder de otro norteamericano, Tom Simmons, que había descendido en 1976 a 194,489. Su plusmarca, según todos los indicios técnicos, estaba destinada a caer. Un sueco, Benny-Lindberg, fue el primero en batirla hace dos días.Las pruebas que se celebran en Cervinia son de dos tipos bien diferenciados. Existen, por tanto, otros tantos récords. Una es el kilómetro lanzado con esquíes y material de serie, y otra el absoluto, con el material libre. Precisamente las limitaciones que impone el material en el primer caso mantienen el récord mundial en los 170 kilómetros por hora, mientras que las técnicas cada día más avanzadas permiten ya que: el absoluto esté al borde de superar la barrera de los doscientos. Si no se llegó a ella ya el año pasado fue por la suspensión obligada de las pruebas en Cervinia ante la Foca cantidad de nieve, necesaria para descensos tan peligrosos. Mc Kinney había logrado 195 kilómetros por hora este invierno en el «verano» chileno de Portillo. Sin embargo, el récord no pudo ser homologado, sólo tuvo carácter oficioso, pues en la magnífica pista de los Andes no había el cronometraje apropiado. Otras pistas adecuadas para el kilómetro lanzado, aunque no tan famosas como el Plateau Rosa, existen en Japón y la URSS.
Naturalmente para que se alcancen tan altas velocidades, prácticamente el doble que en un descenso normal de Copa del Mundo -los Klammer o Planck, y algo menos Anne Marle Moser Proell, no suelen pasar de los 120 kilómetros por hora-, se producen ciertas diferencias en las pruebas. El kilómetro lanzado es toda una empresa científica. Se estudia desde la posición más aerodinámica hasta los sof:lsticados cascos protectores -con alerones para la estabilidad, coino los autos de fórmula uno- o esquíes más grandes, deslizantes y de determinada curvatura. Por otro lado lo más importante es el desnivel, muy superior en relación al de un descenso habitual. La pendiente máxima de la pis la, que baja desde una altitud de 3.672,76 metros a los 3.494, es de un 60%. Los esquiadores tienen a su disposición cerca de 800 metros para lanzarse y la velocídad se les toma en los 100 metros finales, mediante células fotoeléctricas. La palabra kilómetro-lanzado, pues, no quiere decir que se tome la velocidad en esa distancia sino en kilómetros hora.
Los esquiadores del kilómetro lanzado, al influir también de forma decisiva el estado del tiempo y de la propia pista a efectos de deslizamiento, tienen derecho a elegir el momento del descenso. Aunque las pruebas se iniciaron el día 10, los dos primeros fueron para entrenamientos, comenzando los participantes a tomar impulso desde 400 ó 500 metros de pendiente hasta llegar a los 800, máximo permitido en las dos últimas jornadas. Entonces se han batido los récords. El tramo cronometrado tienen que hacerlo los esquiadores en la postura más aerodinámica posible y a continuación, sin fallar lo más mínimo, deben comenzar la frenada para no llegar con demasiada velocidad al muro protector final.
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