Comerciantes, militares y moros
Ceuta es, desde la antigüedad fenicia, un enclave comercial y militar. Situada entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre Europa y Africa, su puerto natural ha servido siempre de abrigo para empresas comerciales y militares de todo tipo. Hoy día sirve, principalmente, como puente comercial entre la Península, Africa y Oriente. Así, su población se reparte entre el comercio, la profesión castrense y el funcionariado. La mayoría son españoles, bien nacidos en Ceuta, bien destinados allí por el Estado, pero en el último siglo se han ido asentando musulmanes procedentes de Marruecos -los moros- en busca de trabajo. El grupo más moderno y minoritario es el hindú, comerciante internacional con pasaporte británico, hindú o paquistaní.
Cuando a un ceutí se le pregunta qué es su ciudad, no es difícil que lo primero que diga es que Ceuta es una ciudad andaluza como otra cualquiera. Andalucía es un punto de referencia y de unión de los ceutíes hacia la Península. Efectivamente, el clima, el habla, el estilo de las gentes y otros detalles humanos harían pensar en un andalucismo pleno de la plaza española en Africa, a primera vista.Sin embargo, cuando se profundiza algo más en el verdadero ser de la ciudad, en seguida se percibe que se parece más bien poco a las andaluzas. Mientras éstas suelen estar basadas en la agricultura o en la burocracia, y más modernamente eh el turismo o la industria ligera, Ceuta basa su ser en el comercio y en su carácter de acantonamiento militar. Lo primero que ve el viajero que llega en el transbordador de Algeciras es que por todos lados hay tiendas y militares.
Situada en la puerta mediterránea del estrecho de Gibraltar, la ciudad de Ceuta -Sebta para los musulmanes-, con su magnífico puerto natural, es un enclave disputado desde la antigüedad. Primero fue factoría fenicia, después cartaginesa, romana, visigoda, del califato español, portuguesa,y separarse definitivamente los reinos de Portugal y Castilla, pasó a la soberanía española, en 1668.
Todos los dominadores de la ciudad la aprovecharon para las dos actividades antes señaladas. Ceuta sirve y ha servido desde siempre de puente comercial entre la Península Ibérica, Africa y el Oriente, y ha sido utilizada como base militar para campañas desde África a la Península y viceversa. No en vano por ella pasó Franco con sus tropas el estrecho, en 1936. En el monte Hacho, que domina la ciudad desde el extremo de la pequeña península donde ésta se asienta, dos huellas de pies marcadas en cemento inmortalizaron el lugar desde donde el general observaba el paso del Ejército de Africa. La tradición franquista dice que el manto de la Virgen de Africa cubría el brazo de mar contra la aviación republicana. Tradiciones menos piadosas dicen que el verdadero manto era la aviación alemana.
Españoles y musulmanes, al 50%
En Ceuta viven unas 70.000 personas, de las que hay que descontar unos 8.000 soldados que realizan allí su servicio militar-¿quién no tiene un hermano, un primo, un amigo que ha hecho la mili en Ceuta? - o legionarios acantonados permanentemente.
De las 02.000 personas que, aproximadamente. forman la población de derecho -después verenios por qué el subrayado- los grupos más importantes son el de origen español y el musulmán. En números redondos, hay 45.000 españoles y 14.000 musulmanes -en Ceuta son moros- De éstos sólo un millar aproximado tiene la nacionalidad española. Otros grupos importantes pueden ser el hindú -unos seiscientos, de nacionalidad hindú, británica, paquistaní, etcétera- y el hebreo, aunque este último está integrado secularmente en la cornunidad española, y sólo se distingue como grupo en cuanto a la religión. Por último, hay que contar duiante el día con un elevado contingente de población flotante, formada por los península res y los marroquíes que llegan a la ciudad a comerciar.
Españoles como los de la Península
El español no se siente para nada diferente al de la Península. Sí hay mayor diferenciación en el grado de conciencia como ceutí, porque entre los funcionarios y los militares profesionales abundan los que han llegado allí destinados desde la Península - un ceutí se enfada muchísimo si al visitante se le escapa la palabra y dice España-. En cuanto al hindú, con ser elevado su grado de conciencia, es, en el fondo, un ciudadano del mundo.
El grupo en situación más irregular es el musulmán. El aplastante porcentaje de moros sin nacionalidad española responde a múltiples causas. Los moros apenas ex istían como habitantes de Ceuta hace se senta años, pero poco a poco han ido asentándose en la ciudad, fundamentalmente en busca de un puesto de trabajo digno y decentemente remunerado. Los ceutíes de derechas protestan contra la permisividad que ha permitido esta invasión.
Patriotas marroquíes
Los moros no se nacionalizan españoles por dificultades administrativas -un hijo de musulmán nacido en Ceuta no puede nacionalizarse español hasta cierta edad- y, sobre todo, por la proximidad de Marruecos, donde casi todos tienen familias e intereses a los que no quieren crear dificultades. Todo ello aparte de los que se sienten patriotas marroquíes, que son tantos como los otros.
El moro vive en Ceuta normalmente con un documento llamado Tarjeta Estadística, que, en principio, no era más que una tarjeta de censo, pero que hace las veces de carta de residencia. Las autoridades de Marruecos, por otra parte, apenas cuentan con sus nacionales residentes en Ceuta a efectos administrativos. Ni siquiera hay un representante consular marroquí en la ciudad.
Esta situación crea bastantes dificultades a los moros ceutíes, especialrnente en lo que se refiere a la vivienda: al ser zona fronteriza, ningún extranjero, es decir, ningún moro no español, puede poseer una vivienda en Ceuta. Así, el barrio del Príncipe Alfonso, donde se concentran la mayoría de los musulmanes, está formado prácticamente de chabolas.
Entre los ceutíes, el grupo más importante es el que se dedica al comercio. Son unos 1.200 empresarios de comercio, cada uno de los cuales emplea a uno, dos o tres asalariados. Todos ellos, junto con sus familias, son los más propiamente ceutíes, puesto que desde hace generaciones están establecidos en la ciudad.
El segundo grupo en importancia es el de los militares. Son unos 1.500 oficiales y suboficiales -soldados aparte-, seguidos por los funcionarios, unos trescientos del Estado y setecientos del Ayuntamiento. También es importante el grupo de enseñantes: cuatrocientos maestros y doscientos profesores de enseñanza media.
Callar y esperar
Dada la diversidad de sus habitantes, no hay en Ceuta una actitud uniforme ante el problema colonial planteado por Marruecos. No obstante, las diversas actitudes están directamente relacionadas con la situación de cada grupo. Así, los funcionarios, entre los que abunda la adscripción a Unión de Centro Democrático, suelen callar y esperar. Tanto el delegado como el subdelegado del Gobierno se niegan firmemente a hacer declaraciones de ningún tipo. Los militares, en público, guardan silencio, igualmente.
Otro grupo muy reservado es el de los musulmanes. Cuando el periodista intenta contactar con ellos, el consejo que se le da es este: «Si te encuentras con un pro marroquí, callará por temor a los españoles, y si das con un pro español, callará también por miedo a represalias marroquíes con él o con su familla.» De todas formas, alguno se atreve a decirte que si el Gobierno español quiere adeptos no tiene que hacer más que dar facilidades y derechos a los moros. En cuanto al futuro, la actitud común escallar y esperar.
El asalariado y el comerciante en donde tienen su militancia natural los socialistas, es más abierto. Ninguno tiene inconveniente en maldecir contra cualquier plan de traspaso de soberanía, pero todo temen que llegue el momento, y se disponen, más o menos calladamente, a preparar el traslado de su negocios a la Península. Los menos estarían dispuestos a quedarse continuar su negocio en la ciudad.
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