_
_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Snifar

Hoy el verbo es snifar. La mayoría de nuestro jóvenes se dedican a snifar. Necio verbo inglés no sé si espúreo o qué, porque el inglés es un idioma lleno de onomatopeyas, y snifar viene sin duda de snif, el sonido que, según las historietas, hacemos los humanos y los cánidos para aspirar por la nariz.María Antonieta snifaba rapé. La nueva derecha liberal/ progresista y ocioso/ anglosajonizante madrileña snifa cocaína o sacarina o algo blanco, en todo caso. Lo que sea. Habría que preguntarse una vez más dónde está nuestra juventud, que es una pregunta que se repite periódicamente a lo largo de la Historia de España. Cuando Franco, estaban, por lo menos, contra Franco, comiendo barato en el SEU y boxeando contra los caballos de la democracia orgánica, que era una hermosura verles por la amplitudes velazqueñas de la Ciudad Universitaria. ¿Y ahora?

Ya creo haber contado que L'Express me llama esta semana el comunista Umbral.

-Eso del comunismo es una horterada- me dice la juventud más joven y -ay- más culta.

-Es que yo no soy el comunista Umbral.

-De todos modos es una horterada.

No se puede con ellos. No hay manera. ¿Y qué hacen ellos mientras tanto? Pues están snifando, que ya es gilipollez haber aceptado el gerundio sajón, así en, crudo. Emilio Romero dice que amo una izquierda que no existe y combato una derecha que ya ha muerto. Emilio Romero, el hombre, no se perdona, en su decadencia -y no lo digo por las cataratas, que ve mejor que nunca-, el no haberme descubierto a tiempo, cuando él tenía un periódico de gran tirada.

La izquierda que yo amo sí que existe, Emilio, aunque con muy escasos porcentajes electorales, como sabes, y muy altos porcentajes vitales y municipalesen todos los barrios de Madrid, que me llaman a gritos, desde las fiestas comunistas que organiza la bellísima Claudia Gravi -importantes glúteos- en San Antonio de la Florida, hasta el barrio de la Concepción, donde, como saben que no tengo coche, me indican que tome el Metro y me baje en la salida «César -González-Ruano». Lo cual que me ha emocionado la referencia, que César era un joven que snifaba cocaína y Baudelaire en los felices veinte, pero además supo hacer una obra, periodística sostenida, personal, magistral. Ahora dan el premio de su nombre a curas que no le leían porque era pecado mortal y a artículos que piden más guardias, que es cosa que César, como tú sabes, Romero, no hubiera pedido jamás. En todo caso, César hubiera pedido más vicetiples.

El premio vinieron casi a ofrecérmelo a casa, en su primera edición, o sea que de resentimiento nada, y dije que no, que estaba yo entonces snifando marxismo grarrisciano, leyendo a esa izquierda que, según Romero -y para su tranquilidad- no existe. ¿Y en cuanto a la derecha que alanceo después de muerta?. Puede que Romero se refiera a la que él mismo representa.

Pero la juventud intelectual, lo que se dice la juventud intelectual, ha decidido que Marx ha muerto, como Nietzsche decidiera con Dios (sólo que el cálculo de probabilidades de Nietsche era más aproximado), en vista de lo cual se dedican a snifar y así se pasan las noches de claro en claro y los días de turbio en turhio, pero sin haber leído el Quijote, que también es hortera y manchego. Ellos leen Tirant lo Blanc, que queda más periférico.

La juventud obrera, que es la que siempre me ha importado, porque yo, mientras fui joven, fui juventud obrera, está en los partidos de izquierdas y yo la amo, aunque diga Romero que no existe, y la juventud intelectual, culta, universitaria, pequeño burguesa, está snifando, la tía.

Me piden de Camp de l'arpa un artículo sobre Gómez de la Serna y les mando uno titulado El origen pequeño burgués, donde trato de explicar ese origen en casi todos los grandes hombres del siglo (izquierda y derecha), de Hitler a Chaplin de Picasso a Ramón. Huyendo de ese origen sórdido se hace uno vanguardista, revolucionario, dictador, poeta, asesino, payaso o genio. Nuestros brillantes jóvenes pequeñoburgueses, sin fuerza para tanto, se dedican a snifar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_