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Con los novilleros vuelve el buen toreo

Los novilleros, son los novilleros, quienes intentan resucitar el toreo que mataron las figuras de Unos años atrás y que no sabe poner en práctica casi ninguna de las de ahora mismo. Ahí están esos muletazos a dos manos. esos ayudados que dan o intentan dar casi todos, esos lances de capa. ¿De dónde lo habrán sacado? A lo mejor de El Viti alguna de las tardes que le sale el depurado técnico que lleva dentro; a lo mejor de Andrés Vázquez, que ha aprendido muy bien -y muy bien explica- las lecciones del maestro Bienvenida; de pocos más. Lo usual es el derechazo (pongamos buen derechazo), el natural (pongamos buen natural), el de pecho (pongamos buen de pecho); el molinete asimismo, pero ha de ser con la derecha -con la izquierda, en toda la feria de Sevilla, sólo lo dio Manolo Cortés-. Y poco más también.

Y en cuanto al toreo de capa, más árido es aún el páramo. En toda la feria de Bilbao de 1977 -es un dato, amigo-, sesenta toros al retortero, nada más en uno se vio lancear de verdad a la verónica, y únicamente a la verónica.

Cuando lo del tremendismo se llevaba, pues mira, por lo menos había variación. A cada cual se le ocurría su novedad. Hubo uno, llamado El Vampiro, que citaba boca abajo, colgado de la barrera por los corvejones. Otro se hacía llamar El Escorpión, pues aseguraba que iba a traer meneno a la fiesta. Corridas y novilladas eran un muestrario loco, con capotes y muletas venteados de las más inverosímiles maneras. Luego les dio por la espaldina, y no llegaba novillero (salvo excepciones, claro) que dejara de incluirla en su repertorio. De ahí al pase del fusil (Chamaco) y al salto de la rana, no hubo ni un paso.

Hasta que vino la reacción de la seriedad, que se confundió con la monotonía y la tristeza, y el toreo se redujo a la muleta, y aun en ella, a los pases contaditos ya dichos. Aún más: renunciaron la mayor parte de los toreros a su personalidad y casi todos citaban igual, casi todos embarcaban igual, casi todos remataban igual. La versión de hoy mismo es esa moda de poner la mano que no torea como para el cante; adelantar el pie arrastrándolo por el ruedo en un frenético culebreo...

Pero vienen los novilleros -decíamos- y se ponen a torear. Les sale o no les sale, mas a ello van. Morenito de Maracay, el lunes en Las Ventas -por ejemplo-, toreó con el capote a la verónica, por chicuelinas, por navarras, por gaoneras; sus faenas de muleta fueron variadas y en ellas destacaron los ayudados por bajo a dos manos, el ayudado con la izquierda...

Ya que las figuras no, los novilleros afrontan la importante revolución del toreo para hacerlo renacer, para que sea otra vez espectáculo brillante de gusto y variedad como añadido a la emoción que supone el riesgo que siempre, siempre, tiene el toro. Ocurre, no obstante, que esta revolución es lenta y trabajosa, sencillamente porque apenas se organizan novilladas. Y el público se lo pierde.

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