A favor de la pena de muerte
El editorial de la edición del domingo 2 de abril sobre la abolición de la pena capital me incitó a dirigirle la presente para darle una opinión distinta a la expresada en la misma.Mi opinión es que, en el mundo occidental, los gangsters, los mafiosos, los terroristas, en síntesis, los criminales, en general, deben de estar frotándose las manos de gusto.
El siguiente comentario aparecido en su editorial me parece de lo más peregrino: «Dejemos exclusivamente en manos de los asesinos la responsabilidad del derramamiento de sangre.» ¿No se acerca esto a lo que predica la idea anarquista?
¿Desde cuándo un asesino a sueldo tiene conciencia del crimen social que está cometiendo? ¿No es obligación de la sociedad velar adecuadamente por sus miembros?
La situación está llegando tan lejos que no me extrañaría nada que los Padrinos de este mundo estén invirtiendo grandes cantidades en efectuar una buena promoción de «la bondad que ha de regir la conducta de nuestra sociedad hacia los criminales». En el fondo sería la inversión más rentable para ellos, por si alguna vez han de rendir cuentas de sus crímenes.
Durante mi larga estancia en Gran Bretaña pude observar la injusticia de este concepto «altruista» y «filántropo» de nuestra sociedad actual.
Mientras unos miembros normales de la sociedad -retirados ya-, que habían dado a la misma todo su esfuerzo durante su existencia, morían de frío en los crudos inviernos por no poder pagarse alojamientos adecuados o tener unos chelines para la calefacción, los otros miembros de la sociedad que habían ido contra ella vivían con las facilidades de elección de menús adecuados, televisión, juegos, libros, estudios gratis, salidas dominicales y un largo etcétera.
¿Es lógico que unos trabajadores retirados sufran hambre, necesidad, soledad y toda clase de penurias; que unos parados sufran miseria; que los trabajadores del campo trabajen agotadoramente para apenas poder subsistir, mientras que la sociedad se está gastando millones y millones en condicionar idóneamente la existencia de unos criminales que van contra esa misma sociedad?
Como en todo, aquí también se cumple la máxima de la ley del más poderoso. Los viejos, los parados, los trabajadores del campo, no llegan a rebelarse violentamente, por lo que la sociedad y el Gobierno que la preside, no les prestan mayor atención, mientras que sí ven la necesidad de acallar las demandas de las Copel de este mundo occidental.
Para mí lo único que estamos consiguiendo es una promoción del egoísmo humano. Cada día tendremos más criminales contentos y menos viejos felices.
¿Es esto una recta sociedad?
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