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Francia, después de las elecciones

Mutuas acusaciones entre socialistas y comunistas franceses

Como era de esperar, una vez superada la etapa de los compromisos puramente electorales, la izquierda francesa, como también la derecha, ha iniciado un ajuste de cuentas dramático, que se desarrollará durante las semanas venideras. El buró ejecutivo del Partido Socialista acusa a los comunistas como responsables de la derrota en los comicios legislativos. El buró político del Partido Comunista francés reitera su inocencia y condena al PS. Y el tercer partido de la que se llamó la Unión de la Izquierda, el Movimiento de los Radicales de Izquierdas, se encuentra al borde de la escisión, que, de consumarse, causaría el trasvase al PS de varios de sus dirigentes.«Yo no sé quién, en una escandalosa competición de hipocresía, ha favorecido más a la derecha en estas elecciones recientes: si los comunistas, o los socialistas, o los radicales de izquierdas. Pero una cosa es cierta, que la izquierda tuvo ganados los comicios hasta el 22 de septiembre, cuando se suspendió la actualización del programa común. La prueba, su inocuo comportamiento respecto al electorado, no impidió que el domingo último consiguiese la oposición sólo 380.000 votos menos que la mayoría. En segundo lugar, otra certeza: esta izquierda animada por politicastros de la belle epoque, tras las elecciones, seguramente hará todo lo necesario para que la derecha consolide el poder medio siglo más. Triste historia, la historia de estos comunistas prehistóricos y la de estos socialistas devorados por su hambre de poder, igual que todos los Giscard d'Estaing de la derecha, pero menos consecuentes.»

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La amarga reflexión anterior, de un votante del Partido Socialista, es, en parte, hija de la desesperanza que ha afectado a una fracción del electorado francés, pero no por exagerada es menos reveladora de la realidad poselectoral en el campo de la oposición. El «cada uno para sí», a todo precio, que precedió a los comicios y que sólo se interrumpió de manera increíble, por no decir hipócrita, durante la semana que medió entre las dos vueltas, 48 horas después del resultado del domingo último, vuelve a revivir. Nadie diría en Francia que el rival de la izquierda es la derecha. Para los comunistas no existe más que un lobo peligroso: los socialistas. Para estos últimos, el pecado singular de la vida política francesa lo define una sigla precisa: PCF.

Sobre los radicales de izquierdas, cada cual sabe que su paso por la oposición de izquierdas se debe a razones puramente electorales (la mayoría de sus diez diputados no lo serían sin los votos comunistas o socialistas).

«Juego de la derecha»

Las instancias dirigentes de los tres partidos se reunieron anteanoche para iniciar el análisis de este resultado «histórico» del do mingo pasado. Y lo que habían negado hasta el día del voto, cada uno de ellos lo oficializó: «Los comunistas y su secretario general, particularmente, han realizado el juego de la derecha», acusó el buró ejecutivo del PS. El buró político del PCF dijo, por su parte, que el Partido Comunista no es responsable de todo,lo ocurrido en medida alguna.» Las acusaciones del PS no son más que «una diversión destinada a enmascarar la aplastante responsabilidad del Partido Socialista en la desunión de la izquierda». Este clima de desunión y de recriminaciones continuará.

Mitterrand no ha desaparecido

Al mismo tiempo, cada uno de los partidos se confróntará con sus problemas internos, también disimulados durante la campaña electoral; en el seno de los socialistas, la cuestión de la estrategia de unión con los comunistas, comó el programa común de esta alianza, y todo ello con vistas a la próxima consulta (las presiden,ciales de 1981) ya se han puesto en la mesa de las discusiones. El ala izquierda del partido, el Ceres, de Jean Pierre Chevenement, favorable a la unión con los comunistas, se confronta con los «nuevos socialistas», Michel Rocard y Pierre Mauroy, respaldados por la panoplia de tecnócratas del PS, que desean olvidar al PCF y desarrollar su reflexión sobre el socialismo de manera autónoma.

Pero, de momento, a pesar de las múltiples insinuaciones sobre su crepúsculo, el primer secretario, Francois Mitterrand, continúa arbitrando la batalla interna. Ya hubo ayer un intento de precipitar los acontecimientos con la convocatoria de un congreso extraordinario quélos hoy «paramitterranistas» concebirían como el principio del fin del actual líder socialista. Esta ha conseguido que el congreso se celebre normalmente enjunio del año que viene.

Hermetismo en el PC francés

La evolución del PCF, tras su campaña contra los socialistas, culminada el domingo último con el voto legislativo, no es tan previsible, dado el hermetismo que le caracteriza. Algo ha quedado claro después de las elecciones: su actitud a lo largo de la interminable campaña electoral ha provocado una hostilidad más visceral aún en una fracción del socialismo francés. Y ante la opinión pública, sus cambios repentinos y arbitrarios, al menos para el ciudadano de la calle, han vuelto a resucitar un cierto miedo al ogro comunista de la leyenda, de igual manera que, muy en serio, se multiplican los que ponen en duda la veracidad del cambio que oficializó con el XXII congreso, hace dos años, cuando abandonó la noción de dictadura del proletariado. En definitiva, a la era de la unión parece evidente le seguirá la de la confrontación.

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