Los rostros de la derecha
LA DERECHA se mueve. ¿Qué pasa en la derecha? Surgen nuevos intentos de creación de partidos, desde los que se califican modestamente de conservadores hasta los que pretenden aglutinar a la llamada «gran derecha». No es complicado crear un partido: bastan unas pocas firmas, una inscripción en el registro y una documentación. Lo demás es simple operación de propaganda y «marketing» -esto es, dinero-, al menos hasta que las urnas no demuestren la existencia, o, por lo general, la inexistencia, de estos sedicentes partidos cuyos líderes y cuadros no obtuvieron escaño en las elecciones.La derecha española ha gobernado siempre, con excepciones contadas y muy breves. Se ha metamorfoseado con notable capacidad política según las épocas, según los regímenes, desde los más tradicionales a los más excepcionales. Tiene una capacidad y una experiencia de poder y de gobierno del Estado históricamente muy superior a la de la izquierda. Al fin y al cabo, fue la derecha española quien ganó la guerra civil, la que gobernó con el general Franco y la que con un a maestría y flexibilidad dignas de toda atención ha venido amparando e Impulsando el actual tránsito político.
La desaparición del régimen totalitario ha obligado así a la derecha española a una remodelación profunda. El «lavado» político que experimenta España coincide con una operación de fondo: la sustitución de un conglomerado de intereses -y de las personas que representaban- por otro diferente pero del mismo signo: no sucede una derecha a otra, porque eso son cosas que no existen, sino la misma con otros nombres y apellidos y a veces hasta con los mismos.
¿Derecha racional o civilizada? Esta es otra de las expresiones acuñadas durante el antiguo régimen que parece indicar que hay una derecha bruta e irracional, como sin duda también hay una izquierda bruta e irracional. En democracia la única civilidad, la sola racionalidad posible, a ambos lados del espectro político, es aquella que supone la aceptación de las reglas democráticas: la que se somete a la prueba de las urnas. La derecha extraparlamentaria juega así en el terreno de los hechos un papel muy parejo al de la izquierda extraparlamentaria.
Desgajada por la voluntad popular y por la realidad de las cosas de los centros de poder y representación se dedica al terrorismo elegante de las frases y las actitudes, y lo hace, como su homóloga de la izquierda, atacando paradójica y suicidarnente a quienes representan con plena legitimidad los mismos intereses que ellos dicen defender. Hoy sólo hay una «gran derecha» en España y está sentada en los escaños de las Cortes porque el pueblo así lo ha decidido: se trata de UCD y AP, con sus líderes incluidos y que cubren todo el espectro y actitudes posibles de los partidos conservadores. De ahí que asombren y extrañen no poco las intentonas de otros sectores. que carecen de representación popular, y atacan a los hombres de la derecha que se presentaron ante el pueblo y aceptaron las reglas del juego.
La derecha sufre, en fin, una crisis de identidad, que no significa la podredumbre que con tanta intemperancia y tan pocas pruebas espetara el PSOE en las Cortes. Sus compromisos de pasado y la pesada herencia de la dictadura la obligarán sin duda a una catarsis. ya iniciada en las últimas elecciones generales. Pero es aventurado pensar que resulta factible la formación de un partido de derecha más coherente con la derecha real española que lo que ahora es la UCD. Sin duda ésta necesita encontrar su definitiva identidad ideológica y sus propias alternativas internas. Pero montar las alternativas desde fuera del espectro, desde la actual e inoperante, un poco chillona y bastante ineficaz, derecha extraparlamentaria es condenar a la derecha a perder las próximas legislativas.
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