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Cara y cruz de la vivienda unifamiliar

En un momento en que la sociedad española crece en mentalización a favor de la vivienda unifamiliar, un arquitecto, Antonio Miranda Regojo, sale a la palestra con una razonada lista de argumentos en contra.El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) acaba de editar su primer libro-beca. El autor es el citado arquitecto y el trabajo lleva por título Elogio de la medianería urbana. Problemas de los desarrollos en vivienda unifamiliar aislada.

No hace mucho -al término del verano pasado surgió el tema-, en Madrid, sacudió a la opinión pública la posible desaparición de las colonias de viviendas unifamiliares. La opinión mayoritaria fue de defensa de dichas colonias, y el asunto puso de relieve la aspiración de los habitantes de esta gran ciudad de poder llegar a vivir en ese tipo de vivienda. En opinión de altos directivos del Ministerio de Obras Públicas y Vivienda, sería muy conveniente para Madrid ampliar el número de urbanizaciones unifamiliares. Las bases de estas aspiraciones y opiniones se hallan en el desagradable habitat actual en que se ha convertido esta ciudad. Colmenas masificadas, sin espacios libres y atronadas de ruido y congestionadas de vehículos.

Existe otro factor, de tipo sociológico, que determina el deseo en aumento por gozar de la vivienda unifamiliar: es un signo de más alto standing. Y esta corriente es, hoy por hoy, imparable, como es imparable buscar nuevo coche porque acaba de salir uno más bonito, más rápido, más confortable, más seguro y más caro, que farda más.

En este paisaje surge el pensamiento de Antonio Miranda como un aviso. Su estudio del tema no desciende al detalle de contemplar la problemática de una ciudad determinada. En general, elogia el sistema de medianería urbana, esto es, el entramado de viviendas codo con codo, esquina con esquina, tabique con tabique, componedor de una red que une y entrelaza a los ciudadanos, pero no quiere esto decir que sea partidario de la ciudad-monstruo o la ciudad-colmena sino del sistema de interrelación edificio-vecino como algo vivo que hace convivir a unos con otros. En general, también, su aviso va contra un apogeo, contra un dominio en el espacio, de la vivienda unifamiliar aislada, corno generador de soledad e insolidaridad. A estos inconvenientes añade problemas de costos económicos y derroche de territorio.

Dividida la historia de la humanidad en tres etapas: salvajismo, barbarie y civilización, Antonio Miranda localiza la aparición de la vivienda unifamiliar aislada en la segunda etapa, cuando los pastores inventan el trabajo productivo social ( ... ). Consecuencia natural fue el paso gradual del matrimonio sindiásmico a la monogamia. Con la civilización (aparición de la moneda) el suelo se compra y se vende. «El hombre impone la vivienda unifamiliar aislada como concreción inamovible de sus propiedades.» Miranda finaliza así sus primeras consideraciones: «En nuestro país, las clases trabajadoras usan de un neochabolismo a base de grandes bloques de baja calidad con escasos servicios urbanos.

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Mientras, una clase media alta emigra hacia suburbanizaciones parceladas, éxodo perjudicial para todos, salvo para el vendedor-especulador.»

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