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El Atlético también cayó en Vallecas

La casi increíble aventura del Rayo en su primera temporada como militante de Primera División continúa. El Atlético, como antes Real Madrid, Athletic de Bilbao, Betis, Sevilla o Valencia, cayó en Vallecas. En esta ocasión, además, el equipo de Héctor Núñez no necesitó siquiera remontar un resultado adverso. Aunque jugó peor que otras veces, incluso peor que el propio rival en la mayor parte del partido, se volvió a mostrar tan eficaz como siempre para marcar esos goles que en el deporte del balón redondo son a la postre los únicos triunfos. Ya está tercero de la clasificación, tras hacer una primera vuelta que no sospechaban ni sus más acérrimos seguidores. El Atlético, por contra, no ha puntuado fuera en ninguno de los partidos disputados, y ayer, pese a notársele una ligera mejoría dentro de su enfermedad ya crónica, tampoco pudo hacerlo. Alberto, una vez más, fue el mejor, pero sólo con la colaboración de Marcelino y Leal. Demasiado poco.En la fría mañana del domingo, con el campo en condiciones difíciles por la nieve y el agua caídos, se encontraron dos equipos muy parecidos en su forma de jugar. Tanto el Rayo como el Atlético -y más el actual, que no «manda» ni impone su ritmo- trataron de sorprender al rival al contragolpe, sin aventurarse a un dominio claro, que les podría traer el peligro de verse sorprendidos en un contraataque. Por todo ello el juego aburrido y sin jugadas dignas de mención fue nota predominante. Las mínimas ocasiones de posible gol se repartieron. Hasta el minuto veinte el Rayo mandó más en el centro del campo y abrió bien el juego a sus extremos, González y Alvarito, pero en los veinte siguientes se impuso el Atlético; quizá con menos velocidad, pero sí con más orden.

Las parejas en la parcela central, como en el resto del campo, estuvieron claramente definidas todo el partido: Landáburu-Herencia, Fermin-Alberto y Guzmán-Leal. En la defensa rayista Tanco cuidó de Rubén Cano, aunque éste se movió casi siempre por la izquierda; Nieto, de un Ayala, que sigue sin saber ciertamente de qué juega, y Anero, de Aguilar. En la atlética, Marcelino aburrió a Alvarito hasta su sustitución, haciendo un gran partido; Benegas estuvo tan discreto como Rial, y Eusebio lo pasó mal con González.

El Rayo empezó jugando bien en su centro de campo y González se bastó para incordiar ante el más lento Eusebio. Hacia la mitad del primer tiempo, sin embargo, Alberto oscureció a Fermín y se convirtió nuevamente en el motor rojiblanco. El problema fue que no encontró colaboración en nadie, salvo en Leal, y sólo a ráfagas. Quizá sea que al internacional se le ha sacado de su lado izquierdo para dárselo a un inútil -confirmado: inútil- Herencia y el centro del campo sigue roto. Como delante Cano y Aguilar volvieron a ser una continuación de la inoperancia general del equipo, y Ayala estaba igual de perdido que Herencia, no puede extrañar que el Atlético no marcara. Benegas, ante un Rial jugando de «Francisco», o sea, también sin saber de qué, podía haber sido la llave, yéndose hacia adelante, pero no vale y tuvo miedo.

El Rayo, en cambio, como no desaprovecha oportunidades, marcó el gol de Tanco en una falta precisamente provocada de forma absurda por Ayala, enrabietado porque le habían quitado un balón sin enterarse. Se iba así al descanso con ventaja, y en la continuación tenía ya todas las de ganar. Por primera vez podía jugar tranquilamente al contraataque ni siquiera bien, pero sin tener que remontar un resultado adverso. Además, se encontró con la suerte de un Atlético nulo ante el gol en todas las ocasiones. Cano, a los veinte minutos, con Alcázar fuera de su puerta, le dio tiempo a volver a ella, disparando flojo y a sus manos; Luis, para colmo, sacó a Rubio por Aguilar a la media hora, en lugar de sentar a Herencia y pasar a Ayala al medio campo.

El último cartucho atlético lo empezó a quemar justamente Ayala en su pase a Pereira un minuto antes de que marcara su segundo gol el Rayo. El brasileño, que parece haber perdido también la confianza y la, sonrisa, regateó bien a Alcázar en su salida, pero debió haber intentado levantarle el balón, pues dio tiempo a que se cruzara Nieto, arrebatándoselo. La contestación rayista -así es el fútbol- no pudo. ser más demoledora, y precisamente protagonizada por un oscuro Rial y un no menos acallado Landáburu, que pudo hacer diabluras con su par, Herencia, y no las hizo. El gol anulado Regaba ya tarde, de cualquier manera. Incluso el regalo arbitral de la escapada en fuera de juego de Pereira no podía cambiar nada.

El Rayo, pues, continúa su escalada. Ya es tercero de la Liga. Con los dos goles del domingo ha conseguido diecinueve ante los grandes que han pasado por Vallecas. Sus secretos se concretan en eso: su sentido práctico. Goles son triunfos. Sólo cabe desearle que también sea humilde y sirva igualmente de «matapequeños». En cuanto al Atlético, con el Athletic de Bilbao y el Valencia en esta semana, sigue en su camino de espinas. Ha mejorado un poco, pero gracias a un veterano de 34 años al que se quiso «jubilar» a ,principio de temporada. Sintomático.

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