El Rayo, imparable en los últimos metros
El Rayo se anotó en la primera jornada del año otro triunfo desahogado. Esta vez la víctima en Vallecas fue el Betis, equipo que hizo un fútbol bastante mejor que el del Rayo en la primera media hora, pero que, pese a ponerse en ventaja, fue doblegado por la inspiración de los vallecanos en los últimos metros. El acierto del argentino González, autor de tres goles, fue el elemento desequilibrador del partido.
En esta ocasión no fue el superior fondo del Rayo lo que venció al rival, sino su acierto en el remate. El Betis vino a Vallecas a ganar y presentó un equipo con tres hombres en punta: Del Pozo, Eulate y Gordillo. Tras ellos, la media López-Cardeñosa-Muhren se adueñaba del campo y hacía una exhibición de buen juego, a pesar del feroz marcaje de Guzmán sobre Cardeñosa. Benítez, por la banda izquierda, subía con frecuencia en apoyo de la media, y el Rayo no veía la forma de contrarrestar el buen fútbol de su rival. La iniciativa en todas las acciones corría de parte del Betis y así no fue extraño que antes de los diez minutos de juego Eulate diese con el primer gol del partido y pusiese en ventaja a su equipo.
Tras este gol, el partido siguió por los mismos rumbos, con un Betis superior y que parecía dispuesto a arriesgar lo preciso en buscar de nuevo goles con los que refrendar esa superioridad, en previsión de un segundo tiempo que presumía difícil por el enorme fondo del Rayo, que le ha valido para remontar resultados adversos en las segundas partes. Pero el Rayo no tuvo necesidad de eso esta vez. Pese a hacer bastante menos fútbol que el Betis, al llegar al descanso ya había dado la vuelta al partido con tres goles, y hasta se había permitido el lujo de desperdiciar un penalti. El acierto en los últimos metros de Alvarito, Rial y González —sobre todo éste— le dio poco menós que un gol en cada uno de los poquísimos avances sobre el área de Esnaola. La defensa del Betis fue, en esta ocasión, una línea inútil que no pudo nunca poner freno a las penetraciones rayistas.
Tras el descanso, el partido pareció tomar el camino de la goleada. El Betis, sin fe, bajó en producción de juego, y el Rayo se dispuso para el asalto masivo del área de Esnaola. La inseguridad del libero Sabaté —descolocado siempre en la primera parte y autor del penalti que falló Uceda—, que salía a falta espectacular por entrada, pareció confirmar las posibilidades de que la derrota del Betis alcanzara cotas espectaculares. Pero Iriondo sustituyó a Sabaté —aunque demasiado tarde— y pasó a Muhren al puesto de libero, con entrada de Alabanda en la media, y con todo ello cambió de nuevo el aire del Betis. El Rayo, además, consciente de que ya tenía el partido ganado, no apreté mucho; su hombre más peligroso siguió siendo González, que lograrla su tercer gol y que, en busca de nuevos tantos, estuvo a punto de llevarse por delante la integridad física de Esnaola en un par de escalofriantes irrupciones en el área chica en busca de balones que eran claramente del portero. Cerca del final, Hugo Cabezas —salido por Eulate cuando ya nada tenía remedio— acortaba las ventajas de un certero remate y convertía así en algo más decorosa la derrota de su equipo.
El buen fútbol de las otras líneas del Betis se vio traicionado por la inseguridad de su defensa; el Rayo, en sus contados contraataques, se lanzaba en oleadas sobre el área bética, como si de tomar una trinchera a bayoneta calada se tratara, pero su fútbol no era ágil ni inteligente, y sólo la falta de aplomo de la defensa andaluza y el acierto en los últimos metros de sus delanteros permitió que llegaran los goles. El Rayo demostró así que puede resolver los partidos con la suficiencia contrastada de su remate, aún sin ligar buen fútbol.
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