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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El camino de Damasco

EL FINAL de la primera fase de las negociaciones de paz de Ismailía entre egipcios e israelíes se ha cerrado paralelamente al primero de los tres circulos concéntricos utilizados por el consejero presidencial norteamericano, Brzezinski, para explicar el proyecto de solución global que Washington preconiza para el Cercano Oriente. La primera etapa -lejos del fracaso- culmina con egipcios e israelíes sentados en la misma mesa, con voluntades comunes de paz y negociación, con una agenda de cuestiones cuyo debate hace escasamente unos meses hubiera resultado impensable y con la creación de dos comités, uno político y otro militar, para llegar a acuerdos de detalle sobre los puntos más controvertidos.Uno de estos puntos será, sin duda, el de la configuración política y administrativa que se va a dar a las colectividades árabes en Cisjordania y Gaza, aunque ya desde ahora Israel les ha reconocido entidad política propia. A ésta ofrece una autonomía que se muestra dispuesto a negociar. Respecto al Sinaí, el tema está tecnificado y las divergencias no parecen insalvables.

Ahora Sadat, que es hoy el gerente más cualificado y de mayor peso político para defender los derechos estatales de los palestinos, y Begín, que también ha vencido y tendrá que vencer fuertes resistencias en su país, una vez encarados los problemas más importantes, esperan acontecimientos hasta el 4 de enero, fecha en la cual Egipto e Israel reanudan las negociaciones a través de sus respectivos comités político y militar. Mientras se agota esta tregua, la gira del presidente Carter al Cercano Oriente puede arrojar sus primeros frutos tras sus proyectadas entrevistas con Hussein de Jordania y en Damasco con el líder sirio, Hafez Al Assad.

Para Washington, el monarca hachemita puede ofrecer su patria como enclave idóneo capaz de alejar una patria palestina, esto es, un territorio de establecimiento. Carter no espera dificultades insuperables de su aliado tradicional, y los escollos que se barruntan pueden ser vadeados.

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No va a sucederle lo mismo con Assad, cuya actitud ante Estados Unidos, su estrategia global, su hegemonía sobre el proceso político libanés y su potencia bélica pueden constituir el único y próximo contrapunto militar ante Israel, cuando toda eventual salida bélica del conflicto -salvo ésta- se ha ahuyentado del área.

Si Siria cierra este segundo círculo de los planes de Brzezinski, el tercer anillo, la concurrencia de todos los sujetos relevantes implicados en el Cercano Oriente a la misma mesa -soviéticos incluidos- puede cristalizar en una paz duradera: para todo el área. Otras, alternativas políticas mejores no han existido hasta ahora. Mientras la cumbre árabe de Trípoli versó sobre un rechazo doctrinal, inútil e impolítico contra el raís egipcio, Sadat asumía la representación palestina, llamaba a los israelíes y enca raba la solución política de un proceso) cuya solución militar todos -salvo los más desesperados- rechazan y cuyo protagonismo ha estado pilotado desde el comienzo por Estados Unidos. A partir de ahora, Damasco tiene la palabra.

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