_
_
_
_
_
Reportaje:

La Lotería reporta al Estado casi 10.000 millones en el sorteo de Navidad

Un suave canturreo, monótono y aburrido; unos números que salen, como por arte de magia, de un bombo; unas cantidades de dinero que otro bombo se encarga de poner en manos de unos niños, y uno trozos de papel impresos en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que todos miramos ansiosamente a cada nueva estrofa de es canción sin fin, conforman ese extraño mundo de ilusión económica, de esperanza de que se realice el milagro de ser ricos de una vez, que tiene una fecha cada año: 22 de diciembre. Pero, detrás de la magia de un sorteo de Lotería, sobre todo el de Navidad, hay todo un mundo. Unas veces pintoresco, otras grotesco, pero siempre con grandes cantidades de dinero en juego y, lo que es más importante, en movimiento desde los bolsillos de cada contribuyente a las arcas estatales.La Lotería, creada por Carlos III, a instancias de su ministro de Hacienda, se ha conceptuado desde sus principios, como un sistema, distinto de los impuestos -ya que la contribución es absolutamente voluntaria-, para que el Estado recaude una fuerte cantidad de dinero con que hacer frente a sus gastos.

La emisión de 1977 alcanza las veinticinco series de 65.000 billetes cada una, es decir, 1.625.000 billetes. Si tenemos en cuenta que cada uno de ellos tiene un precio de 20.000 pesetas, nos encontramo con que el total recaudado este año -se ha vendido absolutamente. to do el papel- alcanza la cifra de 32.500 millones de pesetas.

Hay 10.149 premios por cada serie, es decir, un total de 253.725. A cada serie le corresponden 910 millones de pesetas. Sumando las veinticinco series emitidas, lo que va a repartir este sorteo de Navidad de la Lotería Nacional son 22.750 millones de pesetas, distribuídas prácticamente, entre toda la poblacíón española. Dicho de otra forma, si, como en este caso, se venden todos los billetes emitidos, el Estado, a través de su Lotería, se embolsa 9.750 millones de pesetas de los que hay que descontar unos gastos que en ningún momento pueden ser excesivamente eleva dos y que, incluso, en el Servicio Nacional de Loterías, no se han tomado la molestia de calcular.

El «gordo», lo importante

A pesar de que exista más de un cuarto de millón de premios, el que atrae realmente la atención de todos los jugadores es, sin duda, el primer premio, el llamado gordo o, como mucho, los tres premios mayores. Los restantes, para quien sea el agraciado, no vienen a ser más que simples premios de consolación. La razón está en que para este sorteo especial y extraordinario -aunque cada año se repita y de extraordinario sólo tenga casi, el nombre- los hombres del Ministerio de Hacienda que deciden cómo habrá de ser, procuran «engordar» todo lo posible el primer premio, aunque con ello los segundos premios queden más disminuidos.

En el afán de calcular rápidamente lo que a uno le puede llegar a tocar si saca el gordo, el español ha tendido siempre a decir «tantas pesetas por cada peseta que juegue». Durante los últimos años, el premio en pesetas por el gordo correspondía a 7.500 pesetas por peseta. Pero este año la cifra se ha visto aumentada considerablemente: si uno tiene la suerte de que le toque el gordo, le corresponderán 10.000 pesetas por cada una de las que haya apostado. Si es el segundo premio, serán 5.000 por peseta; si el tercero, 2.500. Si llegamos ya al cuarto premio, lo que a uno le pueda tocar por cada peseta jugada no alcanza más que a 750 pesetas. Y, si seguimos bajando, cada vez será menos lo que aljugador le pueda corresponder. El mínimo será, claro, que le devuelvan a uno el dinero.

El número más bajo del gordo fue el 523, en el año 1828, mientras que el más alto, el 59.536, salió en 1969. Respecto a la cifra final del primer premio, el cinco se coloca en el primer lugar de la suerte, pues apareció en 47 ocasiones, seguido del cuatro en veintitrés, el ocho en dieciocho y el tres en diecisiete. Por el contrario, el número uno es el que menos veces ha coincidido con la terminación del gordo, sólo con seis apariciones, seguido del seis en si ete ocasiones.

Días antes del sorteo comienza ya un extraño juego consistente en que todo el mundo, como por arte de magia, empieza a ofrecerle a su vecino, a su compañero de trabajo, a su amigo o, puede, a la primera persona que pasa por la calle, si quiere compartir con él el número que tiene para el sorteo. De esta forma comienza el pintoresco juego de los cambios de lotería -«yo te doy, tú me das»-, la división de los décimos en multitud de participaciones e incluso las participaciones que te cuestan más que el dinero que juegas, con unos fines más o menos benéficos o altruistas.

Hace ahora un siglo que el salón donde se celebraba el sorteo de Navidad se instaló en la ya derruida Casa de la Moneda de la plaza de Colón, en Madrid. Cuentan que, por aquel entonces, la cola para poder entrar comenzó a formarse ocho días antes. Y no faltaba, por supuesto, la picaresca de vender el sitio conseguido al que, más pagara por él. Todo fuera por saber antes que nadie los números premiados que harían salir de la pobreza al agraciado.

Y hoy, 22 de diciembre, como cada año, se repite la historia: la suerte está echada, cada cual tiene su número de la esperanza y de la ilusión. Hoy esa ilusión desaparecerá o se convertirá, gracias a la Lotería, en dinero contante y sonante. Todo depende de una sola palabra: suerte.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_