_
_
_
_
LA LIDIA

Replanteamiento general de la fiesta

El invierno pasado fue, en lo taurino, escandaloso por la huelga de subalternos, que amenazó de suspensión a las principales ferias de la temporada 1977. Sin embargo, el actual invierno taurino tiene mayor importancia porque hay la convicción de que es urgente un replanteamiento general de la fiesta y las distintas fuerzas que la configuran toman posiciones. Para el toreo y lo que comporta puede ser un invierno histórico.Sólo en estas 48 horas venideras habrá reunión de la comisión promotora de la Unidad Sindical de los toreros; nuevas sesiones para la reforma del reglamento, con el tema más polémico del mismo -la suerte de varas- sobre el tapete; la anunciada asamblea de la asociación benéfica de auxilios mutuos de toreros, donde, con independencia del futuro de su sanatorio, se abordarán las más candentes cuestiones profesionales; y, junto a ello, las de UGT y CC OO, que perfilan el carnet profesional y designarán una comisión para que se entreviste con el ministro del Interior.

Estamos en esa encrucijada en la que confluye todo tipo de tendencias, por lo común a impulsos de intereses de grupo. Los toreros modestos denuncian la explotación capitalista por parte de los empresarios; quienes estuvieron bien con el sindicalismo vertical, intentan perpetuarlo, aunque le cambien las formas; el Ministerio del Interior se lanza a reformar el reglamento, con asesoramiento de las partes interesadas, para lo cual echa mano de las representaciones que había en dicho sindicalismo sin considerar si son las adecuadas en el marco de la democracia; por otro cauce, varios toreros, ganaderos y empresarios inician el camino de lo que ellos llaman «unidad sindical», con propósito de aglutinar la sustancia profesional y técnica del entramado de la fiesta y soslayando toda opción política.

Todo esto, y más que hay, es en apariencia un batiburrillo de mucho cuidado, que abonan el desconcierto y el recelo de otra buena parte del taurinismo, la cual permanece en pasividad, pero expectante, a la espera de que alguien le ofrezca una solución, por supuesto democrática, pero a su vez lógica, sólida, justa y atractiva.

Mas, aunque batiburrillo aparente, supone una conmoción necesaria, resultante de la arbitrariedad y la incompetencia con que la fiesta ha sido tratada durante décadas; una conmoción que tendrá resultados muy positivos en cuanto, eliminados los arribistas -algunos de los cuales operan astutamente desde honorables plataformas- y los que pululan en todas las corrientes con el encargo de ser correa de transmisión de la situación anterior, unan esfuerzos y ordenen sus objetivos.

Lucha contra los monopolios

Estos parecen ser, fundamentalmente, la desaparición de los monopolios y la eliminación de los cánones de arrendamiento de plazas, que asfixian la fiesta hasta el extremo de hacer imposible su normal desenvolvimiento. Para lo cual es necesaria la presión de los propios protag onistas de aquélla, convenientemente organizados y unidos. Un adecuado entendimiento y apoyo del espectáculo desde el Gobierno sería sacarlo del Ministerio del Interior y pasarlo al de Cultura, para allí potenciar las escuelas taurinas; los estudios sobre la lidia y la investigación del toro; ejecutar un programa de divulgación, parte del cual habría de hacerse en RTVE; hacer prospecciones de mercado y encuestas serias sobre el lugar que verdaderamente ocupa la llamada fiesta nacional en la sociedad española actual y el que podría ocupar si recuperara su auténtica naturaleza.

La reforma del reglamento hay que detenerla de inmediato y no debe reemprenderse si no es con la presencia activa de los representantes ciertos de todos los estamentos de la fiesta, entre ellos los aficionados. De cualquier modo, la reforma no debe hacerse jamás si no es para revitalizar el espectáculo, arbitrando fórmulas que eliminen las causas de la decadencia profunda en que ahora se encuentra, y que son principalmente: la escasa fortaleza del toro que lidian las figuras y del que aparece en las corridas televisadas; el lamentable suceso en que el taurinismo ha convertido el tercio de varas, cuyo significado y desarrollo fueron suplidos, ya hace muchos años, por un trámite grosero y cruel, en el que se acumulan corruptelas; la extinción del toreo de capa; la merma de calidad en el tercio de banderillas; la deformación técnica y progresiva desaparición del repertorio de muleta, y la crisis de la suerte de matar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_