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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

José Joaquín Marroquí y «300 millones»

A lo largo de mi vida profesional he dado suficientes pruebas de templanza para aceptar las críticas, vinieran de donde vinieran, sin defenderme jamás, porque opino que cuando se tiene un trabajo como el nuestro se da por fijo que resulta imposible acertar siempre y actuar a gusto de todos.Pero cuando las cosas llegan al ataque personal y unos cuantos compañeros se atreven a lanzar públicamente acusaciones que lesionan el propio prestigio, es forzoso salir al encuentro de quienes, no sé si con buena o mala fe, se atreven a afirmar, en nombre de una pretendida campaña de «anticorrupción» hechos y circunstancias que inciden lamentablemente en la propia estimación y levantan conceptos dudosos que tengo el derecho y la obligación de rectificar.

Mi categoría profesional en la empresa RTVE es de programador de TVE, con un sueldo que asciende a 53.464 pesetas mensuales. En eso quedó al cesar en mi cargo de jefe de programas, el m6 de agosto del pasado año. Con los conceptos de antigüedad, familia, etcétera, mi sobre actual, del que sólo necesito remitir una fotocopia, es de 84.171, con los últimos aumentos registrados para todo el personal. (Quiero añadir que ni siquiera como director de programas alcancé nunca la cantidad que esta comisión afirma que percibo hoy.)

Por traslado a Madrid para ocupar la dirección de programas, la empresa -como todas las empresas- me concedió en aquella fecha una gratificaciín de ayuda por residencia íbera de mi domicilio, así come los viajes semanales a Barcelona, ya que mi única condición al aceptar el cargo fue la de no cambiar mi residencia por problemas familiares .Consta en la dirección de personal el reconocimiento de esta circunstancia por parte de tres directores generales, que sucesivamente me confirmaron en el puesto. Al cesar, cesó la gratificación, que dejé de percibir en aquella misma fecha, cambió la cuantía de mi sueldo y se me mantuvieron los viajes, porque la circunstancia domiciliaria seguía siendo la misma. Son casuísticas del trabajo que no tienen nada que ocultar.

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Yo quise volver a la radio simplemente como realizador, que era lo que siempre había hecho y había sido. Durante tres meses preparé el lanzamiento de un programa comercial en Radio Peninsular, titulado Canal 5, y si no llegó a empezar fue, precisamente, por encargarme la dirección general de la realización de otro proyecto: «300 millones". Volviendo a televisión, terminaron, lógicamente, mis relaciones comerciales con la emisora.

Pasemos a «300 millones». En una rueda de prensa se facilitaron todos los presupuestos y costes del

programa, nómina incluida. Estos son los únicos datos que han podido escribir con exactitud los comisionados, porque yo mismo los di por deseo del director general de Radiodifusión y Televisión, y en presencia de los jefes de Administración de TVE.

El dinero que percibo, pues, me fue asignado con cargo al programa, en el mismo capítulo y cantidad que hubiera tenido que cubrir otro profesional cualquiera, y debe quedar bien claro que:

1.º) Era un trabajo especial que exigía condicionamientos profesionales de muy diversas características.

2.º) Yo no dije poseerlas ni me ofrecí a demostrarlo. Fui llamado por la dirección, y la comisión de programas aceptó y aprobó mi nombre.

3.º) La comisión económica aprobó lo s presupuestos y ratificó las condiciones de mi trabajo.

Por el mismo concepto he venido llevando la gerencia de la unidad en el paseo de La Habana, la dirección del programa, la creación de cada una de las emisiones (de mi responsabilidad también en contenidos y formas al frente del equipo que yo seleccioné) y, por último, la edición en video.

Todo el personal que ha trabajado conmigo, a mis órdenes o no, puede dar fe de mi presencia continua en estos trabajos y de mi dedicación profesional. Si un artista puede cobrar, y cobra, cien, doscientas, trescientas mil pesetas.Por una actuación de cinco minutos para veintidós Países que transmiten el programa, ¿pueden extrañar o parecer desproporcionadas las cifras que perciban los profesionales que hacen posible la misión del propio artista y de todos los contenidos que se emiten, cifras tres, cinco o veinte veces más bajas?

Para mí, corrupción es alterar, dañar, pudrir, pervertir, sobornar. Si para esta «comisión» la palabra significa otra cosa, que aclare sus conceptos. Si no, que cambie su nombre y oficio. Y, en cualquier caso, que lo que haga, lo haga con honestidad y comprobación de circunstancias y datos.

Quiero hacer constar que el director general que me confió este, empeño fue el mismo que me cesó como director de programas cuando lo creyó oportuno.

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