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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los problemas de Unión de Centro Democrático

OTRA VEZ se registran dificultades internas en la UCD. Estas dificultades, que unos llaman crisis y otros no, se manifiestan periódicamente a diversos niveles: en ocasiones afectan al propio Gabinete, dando lugar a toda suerte de especulaciones sobre inminentes crisis de Gobierno, que se han venido aplazando sucesivamente, exceptuando el caso del cese-dimisión del señor Camuñas. La crisis se plantea en la esfera del partido, pero, como es lógico, la desborda hasta llegar a afectar el porvenir del Gobierno, que es monocolor y emanación de la UCD. El problema es el de saber si la propia UCD es o no monocolor.La Federación Socialdemócrata dice no sentirse cómoda en el seno de la UCD. El Partido Demócrata Popular se muestra disconforme con los designios de la dirección de UCD que preconizan la disolución de los diversos partidos que la componen. La Federación de Partidos Demócratas. y Liberales siente tentaciones centrífugas, pues sus dirigentes se desmarcan frecuentemente de las posiciones gubernamentales -a pesar de formar parte de ese mismo Gobierno-, y ya se anuncia la creación de un gran club liberal. Algunos socialdemócratas más «progresistas» no ocultan sus frecuentes contactos con dirigentes del PSOE. Y los democristianos gubernamentales se opondrían a la disolución de su partido si los estatutos de UCD no recogen lo esencial de su doctrina: esto es, quieren convertir a UCD en el gran partido democristiano español, que por ahora no existe. El panorama, como se ve, es elocuente y poco alentador. UCD sigue siendo no ya una coalición electoral, sino un conglomerado de intereses en difícil equilibrio, sostenido por los hilvanes -por otra parte no poco férreos- del ejercicio del poder.

Estos juegos en el seno de la superestructura política, en momentos de grave crisis económica, y cuando apenas se ha podido poner en marcha el sistema inventado por los pactos de la Moncloa, añaden a la grave crisis ya existente otras dosis de lo mismo. Las reclamaciones de cada uno de estos grupos o tendencias de la UCD pueden ser justas y hasta pertinentemente democráticas. La democracia supone negociación, pacto, transacción, para llegar a expresar una voluntad general.

Cada uno de estos grupos o tendencias que hemos enumerado, y que coexisten en el seno de, la UCD, apenas se pueden caracterizar como auténticos partidos verdaderamente representativos de grandes sectores de la opinión pública. La mayoría de ellos serían extraparlamentarios si no se hubieran colgado en el momento oportuno al tren electoral inventado desde un poder heredado del franquismo. Hoy por hoy, la mayor base real de UCD es su electorado, que ha llegado a las urnas, sobre todo y fundamentalmente, por el aparato de un Estado que se transformaba a sí mismo: y al que estos grupúsculos le concedieron un lavado de rostro democrático final. Pues, entonces, basta de juegos.

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En realidad, la crisis de la UCD es la crisis de la derecha española, que no ha encontrado su identidad, tras los ocho lustros de la dictadura, o, al menos, una identidad democrática coherente. UCD no es un partido: en su seno no pasa ahora nada que no sucediera hace tres meses, ni tampoco nada que no vuelva a pasar dentro de otros tres. El presidente Suárez es desleal con sus propios ministros, y estos ministros son desleales con su propio presidente. Pero unos y otros olvidan sus mutuas querellas y cierran filas en el ejercicio del poder, que es su única identidad. Pues que lo ejerzan.

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