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El señor Fontán

A don Antonio Fontán le volaron su periódico, el Madrid, y él ha decidido, ahora que puede, volarnos los periódicos a todos los demás periodistas del país:-La prensa no tiene por qué ser el cuarto poder.

Bien dicho, qué bobadas. El señor Fontán ha hecho una voladura ideológica, jurídica y controlada de todos los periódicos de España. El que a trilita mata a trilita muere. Ojo por ojo y corondel por corondel. Cuando el señor Fontán hacía el Madrid, aquel Madrid con un chiste de Chumy, un artículo de Amando de Miguel y un goma-2 dialéctico de Calvo Serer, colocado por por un relojero del Opus bajo la butaca que tenía Franco para ver la televisión, nosotros creíamos que el señor Fontán, don Antonio Fontán, estaba luchando por la libertad en general y por la libertad de prensa en particular.

Resulta que don Antonio Fontán sólo luchaba por don Antonio. Fontán. Ahora que tiene poder político y del otro (no sé muy bien cuál es el otro, pero yo creo que lo tiene), se permite decirnos que el periódico debe recoger una narración objetiva de los hechos, ser imparcial. Nos ha puesto a los periodistas el babero infantil que dice come y calla. Bueno, pues yo, como no tengo carnet, tampoco quiero tener babero, de modo que me arranco el babero como si me. arrancase la gola- porque yo soy un caballero de gola, un periodista engolado-, me arranco el babero como si sacase una espada, miro al soslayo y digo lo que ya he dicho otras veces: que no me fío de los periodistas que son más que periodistas.

Y además se lo noto al primer articulo:

-Muy bueno lo de hoy de don fulano- me dice el motorista.

-Cuidado con ése, que va para ministro- le digo yo.

Aquí al personal de la profesión le ha dolido la declaración del presidente del Senado. A mí no me ha dolido porque la declaración es reciente , y a uno ya sólo le duele el pasado. O sea que me ha dolido en el pasado que es donde me duelen a mí las cosas. (El presente lo doy por perdido.)

Quiero decir que la democratización y liberalización de la prensa española no va a pararla ni el señor Fontán, o sea que la cosa me trae flojo. Y luego está mi tradicional sentido de la inactualidad, o falta de sentido de la actualidad. Es raro que con esta falta de sentido de la actualidad me paguen en un periódico. Pero es aún más raro que me paguen en catorce, porque según mis detractores -que son los que siempre tienen razón-, escribo en catorce.

Lo que me duele, en fin, señor Fontán, es que antes de la voladura, antes de Sánchez Bella, antes del retirarse a tiempo, antes del diluvio que viene, antes de la detonación (por seguir con la cartelera madrileña, a ver si se anima, que dice Haro Tecglen que está muerta), antes de todo eso yo creía en usted, señor Fontán. Los progres de los años sesenta creíamos en usted dentro de nuestras trenkas, nos comprábamos por las tardes el Madrid y unas castañas y nos íbamos con nuestra amiga roja a un cine de arte y ensayo (que ahora los van a quitar, me dice Alfonso Sánchez) para estar calentitos al calor de la rica dictadura y ver una de Milos Forman.

Tengo escrito en este diario íntimo que sólo me llegan ya noticias urgentes del pasado. Todo lo que me duele, me duele en el pasado, o sea que no me voy a poner tarasca porque Fontán diga que no somos el cuarto poder (lo hemos sido unos meses y lo seremos), sino que me pongo melancólico y dama de las camelias porque el señor Fontán, negando su pasado antidictatorial, niega el nuestro. ¿Entonces aquel Madrid era mentira, y aquellas castañas, y aquella amiga roja -las amigas sí suelen ser mentira- y aquella peli de arte y ensayo?

Si la resistencia antifranquista era una farsa, nosotros no hemos existido nunca. Si el señor Fontán no trabajaba contra la prensa controlada, sino por controlarla él, se confirma mi tesis de que los políticos pasan por los periódicos como las hordas invasoras por los poblados enemigos: arrancando preseas y violando vírgenes. No hay que decir que las vírgenes necias somos nosotros, los periodistas, ay.

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