Las elecciones sindicales
DE CONFIRMARSE el contenido avanzado por la prensa, el decreto sobre las elecciones sindicales no justificaría la tardanza del Gobierno en promulgarlo. Este se lava las manos y confía a los centros de trabajo, empresa por empresa, la forma de celebrar las elecciones e incluso la conveniencia de convocarlas.La clave del enigma es el tiro» entre el PSOE y el PCE para conseguir del Gobierno un reglamento electoral favorable a las centrales que apadrinan: UGT y Comisiones Obreras, respectivamente.
La ficción de la independencia de la UGT y el PSOE es una constante en la larga historia -casi un siglo- de esas dos organizaciones. Aunque las directivas del partido y del sindicato estaban compuestas casi por los mismos, nombres .y Pablo Iglesias fuera, desde 1898, hasta su fallecimiento, presidente de ambos, la proclamación de la autonomía sindical era un componente del ritual litúrgico socialista. Ahora, las relaciones entre el PCE y CCOO rinden idéntico homenaje a la simulación.
El señor Camacho, miembro del comité ejecutivo del PCE y diputado comunista por Madrid, secretario general de la Confederación Sindical de CCOO, se mostró indignado ante la afirmación de que existen «fuertes conexiones» entre el partido y la central. Que esas conexiones existen, y que son fuertes, es un hecho tan evidente que su negación produce cierta inquietud. La mutación de los partidos eurocomunistas-no debería limitarse a la revisión de postulados leninistas, la modificación de la estrategia y la aceptación de la democracia representativa y el respeto a las libertades. También debería incluir la renuncia al manejo del «doble lenguaje» y la «doble verdad» de tiempos pasados que llega a negar la evidencia, convertir la oscuridad en mediodía, e incluso recurrir a procesos de intenciones v amenazas contra quienes ponen de relieve esas ficciones.
No sólo el señor Camacho es el máximo dirigente de CCOO. En las listas comunistas de las elecciones de julio figuraron los dirigentes «históricos» de Comisiones. La Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores y el Sindicato Unitario nacieron como escisiones de CCOO por los celos del Partido del Trabajo y de la Organización Revolucionaria de Trabajadores -los partidos que actualmente los controlan- ante la hegemonía comunista en esa central. No todos los afiliados a CCOO son, a la vez, militantes del PCE. Tampoco son comunistas todos sus dirigentes y cuadros. La aireada pertenencia al PSP del senador Alonso. dirigente de CCOO y la presencia en la central de militantes trotskistas y del MC son hechos conocidos: al igual que el predominio en Navarra y la influencia en Vizcaya de la «corriente unitaria», dominada por los extraparlamentarios. Pero los militantes del PCE son hegemónicos en la dirección nacional de CCOO y en la inmensa mayoría de las organizaciones que componen la Confederación. A1 igual, por lo demás, que ocurre en las relaciones entre la UGT y el PSOE.
Así pues la intervención de ambos partidos en la cuestión de las elecciones sindicales se halla fuera de duda. Según el proyecto de decreto, el principal punto de discordia se salda formalmente con un empate. Los comunistas defendían las «listas abiertas», mientras los socialistas propugnaban las «listas cerradas». Pero el reparto de puntos decretado por el Ministerio de Trabajo -que cada centro de trabajo elija el procedimiento que quierafavorecerá en realidad a CCOO, ya que la determinación de la normativa electoral por las asambleas jugará a favor de las «listas abiertas».
Un senador de UCD ha denunciado la connivencia del señor Suárez y el PCE en este terreno, criticando al partido del Gobierno por su renuncia a constituir una central sindical propia y por favorecer el desarrollo de CCOO. Algunos dirigentes del PSOE sostienen que, de esta forma, el presidente paga al PCE su valiosa colaboración para sacar adelante el «pacto de la Moncloa». Pero las cosas no son tan sencillas. Se trata, más bien, de la coincidencia objetiva, desde supuestos distintos, del PCE, un sector del empresariado y el Gobierno en favorecer las « listas abiertas».
Para los comunistas, que utilizaron las posibilidades legales del viejo verticalismo, ese procedimiento resulta más útil que la «lista cerrada» en su competición con los socialistas; éstos disponen de pocos hombres conocidos, pero de unas siglas prestigiosas, mientras que él PCE les sobrepasa en líderes populares y no está demasiado interesado en repetir la experiencia de junio sobre la «marca de fábrica». Para ciertos empresarios, las «listas abiertas» son una ocasión para que puedan ser elegidos trabajadores profesionalmente prestigiosos y no vinculados a ninguna disciplina política y sindical. Para el Gobierno, la victoria de la UGT en las elecciones sindicales reforzaría las posibilidades del PSOE, a plazo corto 0 medio, como alternativa de poder; mientras que el triunfo de CCOO iría en beneficio de un partido que no aspira, por el momento, a ocupar la presidencia del Gobierno.
El sistema de «lista abierta» es teóricamente más democrático, según los criterios de la época anterior a la existencia de fuertes partidos y centrales sindicales. A cada hombre, un voto; y el voto de cada hombre, para otro hombre, n0 para una organización. Sin embargo, en las elecciones legislativas los partidos de la Oposición incluido el PCE- defendieron las «listas cerradas»; y parece que van a seguir el mismo criterio para las municipales. El sistema de «listas abiertas» también parece más representativo y eficaz a nivel de los centros de trabajo. Pero presenta serios inconvenientes desde otros puntos de vista.
En primer lugar, va a dificultar que cada central sindical haga el recuento claro e inequívoco del respaldo que tiene entre los trabajadores, lo cual en poco les ayudará a salir de su actual debilidad. Y, sin embargo, nuestro país necesita centrales sindicales fuertes y bien delimitadas.
En segundo lugar, las «listas abiertas» conceden un margen demasiado amplio para el movimiento asambleario, marco nada adecuado para las negociaciones con la dirección de las empresas, máxime en una situación de crisis económica y congelación salarial. El señor Camacho se muestra favorable aun asambleísmo «controlado», presumiblemente porque considera a Comisiones con la experiencia, habilidad y fuerza suficientes para ejercer tal control. Pero no es nada seguro que su optimismo se vea refrendado por los hechos.
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