Entierro, sin incidentes, del capitán de la Policía Armada asesinado en Madrid
Sin incidentes notables, a pesar de la provocación de grupos minoritarios de extrema derecha, se celebró a mediodía de ayer en el cementerio de Carabanchel Alto, el sepelio del capitán de la Policía Armada, Florencio Hergedas, asesinado el día anterior en la madrileña calle del Camino de la Laguna. Previamente, a las diez y media de la mañana, en la explanada central de la Academia Especial de la Policía Armada de Canillas, con la presidencia oficial del vicepresidente del Gobierno para Asuntos de la Defensa y del ministro del Interior, se celebró un funeral corpore insepulto, al que asistieron, además de los familiares del policía, numerosas personalidades.
La misa, presidida por el Vicario General Castrense, monseñor Emilio Benavent y concelebrada por varios capellanes militares, comenzó poco después de las diez y media de la mañana. Durante toda la noche, miembros de la Policía Armada, Guardia Civil y Cuerpo General de Policía habían velado el cadáver del capitán Hergedas. El patio central de la Academia Especial de la Policía Armada se hallaba engalanado con estandartes y gallardetes.Junto al teniente general Gutiérrez Mellado y el señor Martín Villa se hallaban, en la presidencia oficial, el subsecretario de Orden Público, los directores generales de Política Interior, de Seguridad y de la Guardia Civil, el gobernador civil de Madrid, el general inspector de la Policía Armada y el alcalde de Madrid. Numerosos generales, jefes y oficiales de los tres Ejércitos, de la Policía Armada y de la Guardia Civil se encontraban asimismo entre los asistentes al acto.
Entre los primeros, el teniente general Iniesta Cano, que llegó a la ceremonia acompañado de los señores Girón y García Carrés, los cuales rehusaron abiertamente saludar al ministro del Interior y demás autoridades, acomodándose directamente en las filas de sillas que la Academia Especial de Policía Armada había previsto -con letreros que decían Diputados y Senadores- ante la posible asistencia de parlamentarios. De estos últimos sólo acudió el senador electo por Madrid, Joaquín Satrústegui.
Otras personas . presentes en el acto fueron los tenientes generales Castañón de Mena, Sifre Carbonell, González Vidaurreta y Garicano Goñi (éste último vestido de civil), así como Raimundo Fernández Cuesta y Valdés Larrañaga. En una especie de tribuna para el público, situada detrás de la de familiares y compañeros del capitán asesinado, se distinguían las figuras del marqués de Villaverde, Mariano Sánchez Covisa y de Pilar Primo de Rivera, rodeados en su mayor parte por policías y guardias civiles de paisano, francos de servicio.
En su homilía, monseñor Benavent solicitó de los responsables del orden público allí presentes (después de condenar el «vil atentado terrorista en la persona de nuestro hermano») que se cuestionasen si hacían todo lo posible para defender a la sociedad del terrorismo, «porque el orden público y la libertad auténtica están amenazados». La banda de música de la Academia interpretó durante la misa varias marchas fúnebres, así como la obertura Tanhauser, de Wagner.
Al término de la ceremonia, mientras el teniente general Gutiérrez Mellado y el señor Martín Villa imponían sobre el féretro las medallas de Oro al Mérito Policial y al Mérito de la Guardia Civil (concedidas a título póstumo) se produjeron algunos incidentes cuando grupos aislados procedentes de la tribuna del público rompieron el silencio para gritar «menos medallas, no las queremos, y más justicias». Voces más apagadas pidieron la dimisión del Gobierno y alguna, aislada, insultó a los dos ministros presentes. El general inspector de la Policía Armada ordenó a sus oficiales que se acallasen las voces. El acto terminó con la interpretación del himno de la Policía Armada.
Sepelio en Carabanchel Alto
Poco después de las once y media, el furgón que conducía los restos mortales del capitán Hergedas, así como otros seis que contenían coronas de flores, se pusieron en marcha hacia el cementerio de Carabanchel Alto. Un grupo de quinientas personas, entre las que se encontraban el alcalde de Madrid y el general inspector de la Policía Armada, así como numerosos oficiales y suboficiales de la Policía Armada dijeron su último adiós al capitán Hergedas. Tras un breve responso, oficiado por un capellán de la Policía Armada, el féretro fue introducido en un sencillo nicho de la parte sur del cementerio. Después de que el alcalde y varios jefes y oficiales de la Policía Armada abandonaran el cementerio se produjo un conato de manifestación, por parte de unas cien personas, dentro del recinto del cementerio, a los gritos de «Abajo el Gobierno», «El Ejército al poder», «Martín Villa, dimisión», «Viva la Policía Armada», y otros contra los partidos socialista y comunista.
Un grupo de unas ochenta personas, la mayoría de ellas con pegatinas de Fuerza Nueva Y otras organizaciones de extrema derecha, así como con banderas de España, entonaron el Cara al sol, brazo en alto, tras lo cual abandonaron el cementerio.
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