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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La condición femenina

EL ANIMAL herido ese ser de cabellos largos e ideas cortas, el homínido que en la sociedad cristiana tuvo alma a partir del Concilio de Trento, continúa errático en pos del reconocimiento de su identidad por los varones. Ni los judíos ni las razas negroides pueden presentar un caso tan ejemplar y continuado de mala suerte.Pero no vamos a entrar ahora en la larga y profunda reflexión que exigen las fracturas sociales, jurídicas y económicas entre los hombres y las mujeres. Desde una perspectiva mucho más humilde diríamos que las transformaciones políticas e históricas positivas (como la que ahora atraviesa un país como él nuestro) han de servir como mínimo para que la mujer ascienda algún escalón en la valoración social de su presencia, lime alguna diferencia, erradique este o aquel maltrato y resulte un poco menos discriminada.

No es cuestión de pedir más cuando una de las más violentas revoluciones sociales de la época -la soviética-, pese a sus avances, continúa sin haber resuelto en una auténtica ciudadanía común la dualidad hombre-mujer. Pero tampoco es cosa de pedir menos.

No sólo bastan unas Cortes representativas o una Constitución, también es estála ocasión y la necesidad de ofrecer nuevos esquemas de organización social en los que el papel de la mujer ocupe las suficientes posiciones como para que en un plazo medio pueda dejarse de hablar y de escribir delpapel de la mujer.

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Por ahora, de un par de años hasta la fecha, lo único contabilizable en este sentido es la desaparición de la Delegación Nacional de la Sección Femenina y su sustitución -ayer mismo- por una Subdirección General de la Condición Femenina, sobre la que no se sabe bien qué pensar.

Puede implicar un primer paso en una lenta y gradual desapariciónadministrativa del tratamiento de los temas femeninos; puede ser una concesión a algunos grupos feministas o podemos encontrarnos, simplemente, ante, un error.

El caso es que llevar ni más ni menos que la condición femenina a las páginas del Boletín Oficial del Estado son ganas de institucionalizar y eternizar una marginación. En tanto nadie promueve seriamente la definitiva transformación del Código Civil napoleónico, cuando la reforma fiscal en marcha no favorece el trabajo de la mujer casada y hasta los partidos más proclives a las transformaciones sociales en profundidad han vuelto a relegar a la mujer a un papel secundario, un ministerio acoge en el dulce y tímido seno de una subdirección general ni más ni menos que a la condición femenina.

Presumiblemente no tenemos arreglo. De la recia femineidad de las Primo de Rivera o Mónica Plaza nos hemos puesto a hablar de los vaqueros de Pilar Brabo o de la elegancia de Soledad Becerril. O mucho nos equivocamos o la condición femenina, aquí y ahora, ha dejado corta la frase célebre del príncipe de Salina. Para las mujeres está cambiando todo para dejarlo peor.

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