Paquirri fue el gran triunfador
El triunfador de la feria ha sido, sin posible discusión, el diestro barbateño Paquirri, el cual se encuentra en un momento cumbre de su carrera, y con la espada, en la suerte del vola pié, es el número uno. Su faena al cuarto toro de Atanasio hay que enmarcarla entre las más importantes de la temporada y de cuantas se hayan visto en el coso de Vissta Alegre a lo largo de los últimos años.
En el resto de las actuaciones de los toreros que participaron en el abono no quedan, en el recuerdo más que detalles, y tampoco demasiados. Unas pinceladas de Rafael de Paula no encontraron eco en los graderíos y se impuso el tópico, para abroncar al diestro; el cual -ésta es la paradoja- había estado más animoso de lo que en él es habitual. El Viti sacó pases que parecían imposibles de un marmolillo- borrego de Juan Mari, y los instrumentó con el temple y el mando que en él son habituales; pero tampoco alcanzó límites de entusiasmo esta faena, pues ya está muy visto ese Viti milagrero que hace andar a los inválidos.Teruel estuvo aseado en sus dos actuaciones, y nada más. Manzanares, pese a la orejita que cortó en la jornada triunfalista de los buendía, no ha justificado en absoluto su condición de torero artístico, ni mucho menos de figura. Camino, prácticamente, se limitó a hacer el paseíllo. Curro Romero, voluntarioso -aunque cueste concebirlo- no tuvo colaboración en los atanasios para exhibir su nunca discutida calidad. Ruiz Miguel dominó, con arrojo, dos difíciles victorinos, y no pudo con un peligroso pablorromero. El Niño de la Capea, cuyo entusiasmo no ha disminuido, toreó con la misma tosquedad de siempre. Roberto Domínguez, que sufrió una cogida impresionante en la corrida-concurso, a un toro condeso perfectarnente manejable le hizo una faena sin interés. Currillo se asustó ante uno de los mejores toros de la feria, que fue el sexto de Victorino Martín, y a uno de los más nobles del abono, de Lisardo, le instrumentó numerosos muletazos ventajistas, sin ninguna calidad.Quizá haya sido Currillo el torero que ha obtenido ' el balance más negativo de cuantos han participado en las corridas generales.
Manolo Cortés, El Puno, Galloso y Herrerita no han modificado en nada su cartel tras su paso por la feria. -
El abono bilbaíno, como cuantos llevamos vistos en lo que va de temporada, ha señalado también el momento de decadencia profunda que atraviesa la fiesta, en cuanto se refiere al toreo de capa. La única excepción ha sido Julio Robles, que estuvo inspiradísimo la última tarde -la de los pablorromeros-, e instrumentó lances a la verónica y un quite por gaoneras, todo de gran calidad. La reacción del público, que se entuslasmó con este toreo, echa por tierra, una vez más, esa teoría de que hoy sólo gusta el último tercio. La gran verdad es que al público, aficionado o no, le gusta horrores el toreo de capa, pero los matadores, figuras incluidas, no saben ejecutarlo.El interés del toro-toro
El capítulo ganadero tuvo el interés, como quedó dicho en anterior trabajo, del toro-toro, salvo excepciones. La corrida-concurso dio una pauta de mediocridad Los cinqueños villagodios resultaron fieros y difíciles. Los buendías, bravos, flojos, encastados y nobles. Los victorinos, de gran aparato, eran un fracaso -mansos, reservones, con problemas- hasta que saltó a la arena el cárdeno, guapo y bien armado sexto, que fue un toro excepcional. Los urquijos, muy serios, dieron juego, y el cuarto, de gran trapío, hizo una espectacular pelea en varas, y hasta acabó noble, pero berreó, y no siempre se empleaba en el último tercio. La corrida de Atanasio Fernández fue una mansada, y además muy mal presentada. La del conde de la Corte salió remendada y sin interés. Y los pablorromeros, en general, con clase, no tenían fuerzas.
El balance de la feria de Bilbao es, como puede apreciarse, muy pobre, pero en poco desmerece al de las ferias que le han precedido en la temporada. Ocurre que la fiesta está así. Hay que cambiarla. Los espadas que copan puestos en estas ferias (a las figuras -nos referimos, por supuesto) no torean mejor, pues nadie se lo exige: sus exclusivistas les garantizan los contratos y no tienen la necesidad vital de superarse. El ganado ha perdido casta, como consecuencia de la selección que cada casa hizo para suavizar sus productos", a fin de cumplir con las exigencias de quienes mandan en este mundillo. La renovación de todo el espectáculo es de una necesidad apremiante, que no se afronta porque la barrera de intereses es muy dificil de salvar. Pero ha de llegar, inexorablemente, si no se quiere que la fiesta desaparezca.
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