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Síntomas sensibles de recuperación en Gran Bretaña

Juan Cruz

Los últimos índices de la economía británica señalan una recuperación que ha conducido a un optimismo desusado en este país. En los últimos días, los bancos han reducido el tipo de interés y los préstamos pueden obtenerse ahora con un interés del 8%. El año pasado por estas fechas, el Banco de Inglaterra impulsó el tipo de interés hasta niveles espectaculares, superiores en un momento al 15%.

La gasolina cuesta ahora menos que en cualquier otro lugar de Europa, y el precio se va reduciendo, para satisfacción del automovilista y para desesperación de las entidades de transporte público, cuyos déficit va n en correlación con la vuelta del británico al automóvil de uso privado.Los indicadores económicos más importantes para el británico son los que inciden en la inflación. Unas medidas congeladoras de precios que se pusieron en vigor hace un par de meses ya empiezan a tener su efecto, y se considera que para finales de año la inflación, que en 1975 fue de un 35%, podría ser sólo de un 12%.

La libra, que siempre ha sufrido los problemas locales por encima de niveles resistibles para el Banco de Inglaterra, presenta ahora una posición exterior que nadie le hubiera adivinado, en una época en la que los sindicatos renuncian a los controles salariales y exigen aumentos de sueldos superiores al diez, al veinte e incluso al 90%. El reflejo del optimismo económico británico está en los índices de reservas monetarias, que el mes pasado superaron los trece millones de dólares, 1,8 millones más que en junio.

Sobre todas estas buenas noticias de la economía británica, apareció hace unos días la sombra del Argyle, uno de los pozos petrolíferos del mar del Norte, que, según recientes estimaciones, se secará antes de tiempo. El Gobierno ha sido rápido en el contraataque: se secará, en efecto, dentro de dos años, dos menos que lo previsto, pero habrá aportado lo suficiente como para que la economía británica no se resienta excesivamente con esta pérdida.

El clima de prosperidad que ahora saluda incluso la prensa conservadora, normalmente pesimista con respecto al porvenir de este país gobernado por laboristas, no es casual. Se le presenta al público cuando la Administración trata de pedir nuevos «sacrificios voluntarios» a los trabajadores, que durante los últimos dos años han sufrido restricciones salariales muy fuertes que han reducido su nivel adquisitivo y que no han sido compaginadas con una política de control de precios lo suficientemente poderosa.

Sin embargo, el Gobierno señala que los frutos de aquellos límites se ponen en evidencia con los indicadores económicos citados. Si ahora se abre un período de responsabilización sindical y los aumentos de sueldos se siguen deteniendo en un 10% como máximo, la tasa de inflación será mínima el año próximo y luego el petróleo del mar del Norte hará el resto y este país volverá a vivir lo que el primer ministro ha llamado alguna vez «una nueva edad de oro».

Al menos un 6% de la población recibe con escepticismo las buenas noticias. Son el millón y medio de desempleados, víctimas de la escasa capacidad que muestra la industria para invertir y perjudicados principales de las restricciones del gasto público que el Gobierno se impuso el año pasado para cumplir las condiciones por las que el Fondo Monetario Internacional concedió un préstamo.

La Administración está segura ahora de que si los salarios se mantienen a un nivel moderado, la industria podrá recuperar terreno, invertir en nuevos proyectos y emplear a más personal. El argumento está siendo utilizado en todos los discursos ministeriales de este verano. Las amas de casa son las principales destinatarias. La idea es de la Confederación de Empresarios Británicos (CBI): hay que dirigirse a las amas de casa para que ellas convenzan a sus maridos de que lo mejor en este momento es restringir las demandas salariales para que los precios no suban y Gran Bretaña no vuelva a las explosiones de sueldos y de precios que hubo hace dos años.

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