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Tribuna
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El escándalo de las entradas

La final de Copa de mañana ha despertado una expectación inusitada. Indudablemente mucha culpa de ello por no decir casi toda, la tiene el que esté presente el Athletic de Bilbao, su más clásico y genuino ejemplar. Sin embargo, en esta ocasión se ha añadido algo fundamental: el ansia que existe, tras una temporada aciaga, por ver fútbol «español». Ese sólo lo ha practicado el Athletic. Que se lo digan si no a los «grandes», eliminados uno tras otro. Y que se lo recuerden a la selección de, Kubala, la que ve Argentina más lejos que Marco a su madre.Pero lo malo de hoy mismo, vísperas del partido, vuelve a ser lo extradeportívo. El escándalo dé las entradas resulta intolerable una vez más y, sobre todo, porque al haber tanta demanda se ha notado demasiado. Al margen de que el Betis se quedara corto en pedir un cupo libre -se equivocó y a nadie puede culpar-, ya fue anormal que el martes se hubiesen agotado las entradas.

Anormal, pero lógico tras conocerse el apaño. Si 8.000 localidades no se ponen ni a la venta y la Federación se queda después con 10.000, 4.000 de las cuales también son para compromisos, sí es normal que en una segunda petición los clubs «sólo toquen" a mil cada uno y que muchos de sus aficionados tengan que conformarse con ver el partido por televisión. ¿Cuándo se acabarán en este país los favores porque sí? El panorama es intolerable. Entre los reventas, que siempre existirán con cualquier truco y las entradas de compromiso, el dilenla de un ciudadano de a pie que quiera estar mañana en el Manzanares es doble: no ir y quedarse ante un televisor, o ir a costa de pagar mucho más, del valor de una entrada. Lo dicho. Ambas cosas, intolerables.

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