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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Más en torno al centro

He dedicado mucho interés y atención al tema del centrismo político. Sigo creyendo que una vida política constitucional y de base pluralista sólo puede funcionar si las fuerzas dominantes no son extremistas, y los extremos, si los hay, han de ser cuidadosamente aislados, y puestos en situación de no estorbar. Sólo puede, haber turno pacífico entre partidos que no teman que las vidas y las haciendas estén en peligro si el otro gana; no puede haber resultados electorales respetados, más que si todos creen que no cambia el sentido fundamental de la convivencia. En este sentido, defiendo el centrismo político, y me considero a mí mismo hombre del centro.También entiendo que el centro es el lugar propio de cuantos defienden la reforma, frente a los partidarios de la reacción, o de la ruptura. El reformista es, por excelencia, hombre de centro; y yo lo he sido siempre, no sólo en la teoría, sino también en la práctica.

Pero hay otro concepto muy distinto del centrismo. Es el que consiste en suponer que las fuerzas políticas no deben polarizarse, no deben tener tendencias claras, y que si las tienen es peligroso; concluyendo que es el centro donde deben estar las posiciones más fuertes.

Eso no ocurre en ninguna parte. En Inglaterra, conservadores y laboristas están claramente diferenciados, sin ser ninguno extremista; pero el partido liberal, intermedio, cabe en dos taxis. En Alemania, el sistema proporcional permite que otro pequeño partido haga de árbitro entre los dos grandes, la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia; pero el grupo intermedio, es también minúsculo. En Estados, Unidos, republicanos y demócratas juegan a ocupar el centro, pero no hay ningún partido de centro.

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Si venimos a la vecina Francia, la cosa es aún más gorda. Hay unos pequeños centros que han jugado al aprendiz de brujo; el resultado ha sido desastroso, para ellos, y para la mayoría natural del país, que es conservadora.

Tal es el caso en España. La mayoría del país está por la continuidad y la reforma; está en contra de las aventuras y de la ruptura. Jugar a dividir esa mayoría natural es suicida.

Lo que hay que hacer es que esa mayoría esté equilibrada y abierta. Debe llegar desde el centro de la derecha, a la izquierda del centro. Debe agrupar a todos los que desean la paz, el orden, la ley, el desarrollo económico y la justicia social, no por separado, sino todo junto y a la vez. Debe ser un gran partido moderno, eficiente, civilizado, a la vez liberal y conservador.

Frente a estas fuerzas, hay un sitio natural para una gran Socialdemocracia, de corte europeo. Existe la materia prima de ello: unos grupos de trabajadores y de intelectuales, que desean reformas más profundas, en materia económica y social. Si los grupos socialistas se unen, y pasan el marxismo al lugar ilustre que le corresponde en la historia de las ideas, y se ponen a pensar en ser¡o en lo que otro Marx diría hoy, en la época de la sociedad de consumo y de la seguridad social, como lo han hecho todo los partidos socialistas serios de Europa; y se deciden a dejar personalismos y ambiciones, repito, que tienen un lugar claro en el espectro político de hoy. Pero mo deben engañarse: mientras utilicen el apellido «Marxista» no pueden eludir sus consecuencias. Ser marxista es aceptar la doctrina de Marx y Engels; es decir, en materia filosófica, defender el materialismo frente al espiritualismo; en materia religiosa, afirmar que «la religión es el opio del pueblo»; en materia moral, afirmar que la familia es una decadente creación burguesa; en materia económica, atribuir al Estado la propiedad de todos los medios de producción; en materia política, negar el pluralismo y atribuir el protagonismo a una sola clase ya un solo partido.

¿Qué puede ser, entre ese núcleo marxista, y un núcleo de. centro-derecha reformista, el «otro» centro? A la vista está: un .conglomerado dividido e inestable de una serie de personalidades y de pequeños grupos, que coinciden fundamentalmente en no ser ni esto ni aquéllo; ni carne ni pescado; ni chicha ni limoná. Sus ideas son formalistas y no de fondo; sus actitudes personales, .cambiantes a lo largo de sus biografías; sus vínculos, frágiles. Precisamente por eso, todos coinciden en que no pueden con el desafío electoral, y piden ayuda exterior. Piden el apoyo oficialista, porque sin él no son nada.

Este planteamiento puede leerse en la prensa de cada día; no es ninguna interpretación malévola ni rebuscada. Y es obvio, por otra parte, que si el Gobierno utilizara sus medios en favor de un grupo del partidos frente a otros, rompería toda idea de neutralidad o de juego limpio en la elecciones.

Por tanto, el centro, si ha de se algo, no ha de ser otra cosa que el centro geométrico: un punto de referencia. La realidad política está en las fuerzas sociales verdaderas del país. Estas tienen que jugar su juego normal, si interferencias ni menos trampas No hay nada malo en que ello produzca una, «polarización» aparte de que ésta es inevitable Lo que sí hace falta (y aquí e donde la idea de centro recupera su validez) es que la polarización no sea extremista ni violenta Alianza Popular responde de su propia moderación y centrismo de buena ley; que los demás pue,dan decir lo mismo.

Hay una táctica bien conocida del comunismo; primero desplazar a los que les plantan cara como «fascistas» «antidemócratas», etcétera. después, neutralizar a los que quedan; finalmente, eliminarlos Eso ocurrió en Checoslovaquia en China, en Cuba. Los marxistas, en España, ya están jaleando al centro, a «su centro» Nosotros defenderemos el nuestro; y esperamos que el pueblo español, a la hora de la verdad sabrá también descubrirlo.

Secretario general de Alianza Popular

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