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Defraudaron los "maestros" en Sevilla

Plaza de La Maestranza. Séptima de feria. Toros de Torreestrella, justos o escasos de trapío (salvo dos), cómodos de cabeza, también justos de fuerza, con poca casta. Paco Camino: Palmas y saludos. Bronca. El Viti: Aplausos y saludos. Silencio. Manzanares: Oreia. Palmasy pitos

Estos días atrás, de toros parados, a la defensiva, reflexionábamos sobre la conveniencia de que los diestros emplearan la técnica que siempre se utilizó para tales casos, de cambiar los terrenos, citar de largo provocando la arrancada con alegría, incluso mediante una carrerita, para aprovechar la fuerza de aquélla e instrumentar ese repertorio de pases de recurso, muchos de ellos de adorno, que tienen mérito y belleza específica.Si no dijimos nada fue porque los espadas eran principiantes, de los que se visten muy poco de luces; salían rabiosos por encauzar su oscuro porvenir en este oficio, con la lección quizás sólo aprendida a medias, y no íbamos a pedirles gollerías encima. Pero ayer había en la plaza lo que llaman «maestros», de eso al menos presumen los tres, no digamos el muy sabio Camino y el muy serio Viti, los cuales, ante los quedados juanpedros, podrían haber demostrado su maestría, al menos exhibiendo un repertorio que forma o debería formar parte de las lecciones básicas de la tauromaquia.

Pero no: toda su ciencia se limitaba, como siempre, a citar al toro de cerca, para el natural y el derechazo. Si acudía (y de carril), porque en otro caso tampoco, se los instrumentaban; si no iba, pues a aparcarlo, y no con la seguridad de quien conoce todos los recursos, sino al desgaire; y . enseguida a matar, en la suerte de echarse fuera y volver la cara. De manera que de maestros, nada; pegapases y gracias. Pegapases quizás mejor dotados que los demás, quizás con más experiencia que los demás, quizás con más apoyo que los demás, pero pegapases a fin de cuentas.

Y lo del apoyo no se dice a humo de pajas, pues estas figuras, a quienes, por serlo, se les debería exigir como a nadie, tenían al público de cara; un público que abarrotó La Maestranza y que lo aplaudía todo, lo bueno o lo menos bueno; dispuesto a aclamar cualquier apunte y a regalarles todos los trofeos. Pensamos, pues, que los tres hicieron el paseíllo con las doce orejas ganadas, y tan por debajo de la circunstancias estuvieron que según iba avanzando el festejo las perdieron todas, menos una.

Esa fue para Manzanares, y la conservó de tal guisa: a una res noble estuvo cinco minutos de reloj -ni uno menos- dándole pases en los que aprovechaba el viaje, y sin mando, porque en los remates tenía que rectificar con una carrerita frenética. Cuando se enteró de que tenla toro (¡gong!, minuto seis), se paró, y de perfil, muy erguida la figura, con lentitud y temple (que no es lo mismo) y exquisito sentido de la estética, cuajó dos series de derechazos. Esos pases y una buena estocada le valieron la oreja; exactamente igual que en la gran corrida del sábado. En el sexto, al que banderilleó con agallas el ecijano, ensayó un derechazo y un natural y como el toro le iba con genio, desistió sin más dilaciones, le anduvo por la cara, ya sin estética ni recursos, clavó un pinchazo feo y la rueda de peones hizo lo demás.

Con el capote estuvo muy mal Manzanares, las lidias de sus toros parecían funerales. El Viti, a medias, y Camino realizó dos quites -chicuelinas, verónicas-, precisamente los únicos de la tarde. Este maestro, a un toro quedado le porfió para dos derechazos, y a otro, que no era de carril pero admitía faena, le intentó los consabidos pases en diversos terrenos sin confiarse jamás. El Viti sacó dos tandas de derechazos en el segundo y una de naturales en la que metió muy bien a la res en la muleta, pero todo lo hizo con la pierna contraria atrás, cuando es público y notorio que solía echarla adelante, en más lozanas épocas. El quinto era muy quedado, y lo dicho: «aparca» y vámonos.

Después de tantas tardes de toros agresivos de cabeza, cornalones y astifinos, el panorama cambió y la tónica fue ayer la comodidad. De trapío, salvo cuarto y sexto, anduvieron justitos; de fuerza, también; de casta, poca, y de bravura, menos. ¡Vaya tarde de maestrillos con sus librillos!

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