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La selección sub-21, al son de Dani e Idígoras

Dani e Idígoras, los dos jugadores de más de veintiún años que se alinearon con la selección española, fueron realmente los artífices de la victoria sobre la selección de promesas rumana. El realista fue el encargado de calentar el ambiente y envalentonar a sus compañeros mientras el bilbaíno fue el autor material de lograr este buen resultado. Los restantes jugadores españoles hicieron poco más que jugar con coraje y total entrega.El domingo en Vallecas había ambiente de revanchismo. Además de la disputa de los puntos se trataba de vengar la derrota aun en la víspera la selección nacional «grande» había sufrido en Bucarest. Ambos partidos comenzaron igual, con demasiada dureza rumana. Sólo hubo una diferencia, quizá decisiva. En Madrid, el público se volcó contra los rumanos, el árbitro cortó de raíz sus violentas entradas con una amonestación a los ocho minutos, e Idígoras, jugador que va a por todas, envalentonó al resto de sus compañeros.

España ganó el partido porque jugó con más fuerza y mejor que sus rivales. Además, los dos jugadores «mayores» que alineó dieron mejor resultado que los dos rumanos. Lucuta estuvo demasiado ocupado con marcar al fenomenal Dani y Custof anduvo perdido en el centro del campo tratando de poner orden en sus filas. Fueron demasiadas las bazas que jugó España a su favor y así difícilmente se podía escapar la victoria.

El partido se encarriló pronto con el gol de Dani a los nueve minutos. Poco antes ya había demostrado sus condiciones rematadoras y él protagonizó la primera jugada peligrosa. España jugaba con un fuerte trío atacante y los constantes desmarques de Dani, Idígoras y López Ufarte abrieron la defensa rumana, en la que su hombre libre, Stancu, se despistó con los cruces de los españoles.

El juego español nacía desde atrás y en un principio resultó preciosista y eficaz. Sánchez, Joaquín y Vitoria, apoyados por una buena defensa, en la que Maceda fue pilar fundamental, de la que salían jugados los balones, fueron peones sacrificados con la misión de proporcionar juego al trío atacante. La máquina funcionó, por tanto, hasta que Sánchez comenzó a imprecisar las aberturas que hacía sobre Marcelino. El cambio posicional entre Joaquín y Sánchez no arregló nada hasta la segunda parte, y el juego, según se acercaba el descanso, cayó en una fase aburrida porque los rumanos sólo se limitaron a acercarse a Manzanedo y a perder los balones en centros por alto.

La salida de la selección nacional en la segunda parte fue tan buena como al comienzo del partido. También resultó eficaz porque pronto subió el segundo gol, aunque llegara de un penalti precedido por una descarada falta de Idígoras, el cual llegó a aburrir a sus contrarios, asustados y sorprendidos por su manera de entrar a la disputa del balón. A veces el rubio jugador justificó sus faltas cayéndose previamente y con gran espectacularidad cuando él era la víctima de las entradas rumanas. El concurso de Idígoras fue, pues, de resultado por completo positivo. Lo mismo que el de Dani, cuyo tercer gol fue antológico tras la buena jugada que protagonizó López Ufarte.

En la segunda parte los españoles jugaron más y mejor. Quizá porque el rendimiento rumano bajó muchos enteros, se fue creciendo la selección nacional y creó abundantes ocasiones de gol, en las que el balón salió fuera ajustadísimo a los palos. Joaquín Sánchez, en la mejor jugada de todo el partido en la que llevó todo el peso desde atrás, e Idígoras, a punto estuvieron de aumentar el marcador antes de que Dani lo cerrara definitivamente. Pero más goles hubieran resultado demasiados, porque al fin y al cabo la selección española sub-21 fue una comparsa de dos jugadores experimentados y cuyo concurso no desentonaría en absoluto en la selección «grande».

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