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Las procesiones madrileñas, perdidas en la gran ciudad

Las vacaciones de Semana Santa son ya algo más que un tiempo exclusivo dedicado a la penitencia o al recogimiento impuesto. La conmemoración de la Pasión de Cristo presenta perfiles que difieren sustancialmente de unos puntos a otros de nuestro país. Los días de Semana Santa -para unos, dos o tres, para otros, siete o diez o quince- son dedicados tanto al ocio, en su más amplia significación, como al recuerdo vivido religiosamente de la muerte de Jesús. En la siguiente información, Jesús de las Heras, recoge algunos aspectos de las procesiones en un panorama general y en un punto particular -Madrid- como exponente del significado en una gran ciudad.

La imposición oficial de recogimiento religioso durante la Semana Santa sigue imperante. Sin embargo, sólo en aquellas ciudades y pueblos donde las procesiones u otros actos, bien de signo religioso, bien de signo cultural o espectacular, tienen verdadero relieve artístico o tradicional, se puede advertir todavía un ambiente enraízado en aspectos religiosos. La Semana Santa es, hoy, fundamentalmente, un tiempo de ocio, en el que se busca el descanso y el esparcimiento tanto o más que la exclusiva penitencia. Cientos de miles de madrileños han huido de la gran ciudad en estos días a otras latitudes. Buscan el mar, la sierra, el aire limpio, el espacio abierto, el relajamiento, la diversión, la ruptura de la monotonía. Hay también quienes acuden a presenciar los desfiles procesionales famosos de algunas ciudades como Cuenca, Málaga, Sevilla, Valladolid o Zamora. La Semana Santa, en cuanto a sus aspectos esenciales originados en lo religioso, cultural y tradicional, se decanta poco a poco y por sí misma en estas cuestiones, pese a los afanes oficiales -de Estado e Iglesia- en emplear un rasero común de cera y escapulario para todo el país.La vivencia de actos religiosos con especial dedicación en estos días sólo rige en aquellos lugares donde la costumbre, basada en elementos de fe, superstición, tradición y cultura, no se ha desarraigado. Suelen ser lugares pequeños, de poca densidad de población y de escaso radio urbano. En otros puntos, el atractivo particular de sus procesiones o la forma de representar la Pasión de Cristo, ha encontrado una fuente de ingresos económicos por la vía del turismo y el engranaje ciudadano (comercio, industria, municipio) de estas zonas se encarga de mantener y potenciar los valores de tales conmemoraciones.

Madrid, sin pena ni gloria

Madrid representa un tipo de entorno urbano donde el principal factor externo de la Semana Santa en lo religioso -las procesiones- va perdiendo relación con el total de la población.

Las procesiones madrileñas pasan sin pena ni gloria, prácticamente desapercibidas, para la gran mayoría de las personas que viven en la capital de España. Los demás actos litúrgicos atraen a un número aún más reducido de personas.

«El coche ha sido el peor enemigo de la Semana Santa», nos ha dicho el presidente de la Comisión de Semana Santa de Madrid, Fernando Rodríguez de Rivera. «En el automóvil podría sintetizarse la principal causa del enorme éxodo de madrileños que marcha por estos días a otro lugares. Otras causas de la limitada atención de los desfiles procesionales madrileños es que nunca han constituido un espectáculo por su imaginiería, vestuario o vestimenta. Tan sólo es un signo de devoción; por otra parte, tampoco existe esa «pugna» que se da entre las cofradías de ciudades pequeñas por ver cuál de ellas saca mejor presentado su paso.»

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Proceso de altibajos

El proceso de los altibajos hasido variable desde el siglo XVII. Después de la guerra civil y ya por los años cuarenta resurgen otra vez las procesiones. Incluso los toreros crean su cofradía alrededor de un Cristo, pero saldrá pocos años en procesión porque los principales cofrades, los toreros, no pueden asistir a causa de sus compromisos taurinos. Esta cofradía, no integrada en la Comisión de la Semana Santa, termina por decaer, aunque el Cristo de los Toreros «sigue siendo muy venerado-», según nos informa un religioso capuchino de la iglesia de Jesús de Medinaceli, donde se conserva la imagen en una capilla de la planta sótano. También los actores y actrices y otros artistas formaron, por aque llos años, en Madrid, otra cofradía en tomo a una Dolorosa, un Cristo y un Santo Entierro, que corrió suerte similar a la de los toreros; parece que, durante el año, carecía de vida, y a la hora de organizar la procesión se hacía una colecta entre los artistas miembros, sistema por el que, algún año, tuvieron desfile.

«Todos los demás pasos que datan de esta época posterior a la guerra siguen saliendo. En este sentido puede decirse que el carácter religioso, así como, el número de cofrades, no ha decaído, sino, incluso, más bien al contrario. Precisamente este año se advierte una reacción favorable», señala Rodríguez de Rivera.

Los itinerarios y el problema de la circulación son otros factores que han hecho variar la realidad de las procesiones madrileñas. «El Rosario de Penitencia que se hacía en la plaza Mayor ya no se hace desde unos ocho años y se tiende a alejar del centro urbano el mayor número posible de procesiones. De esto se salvan sólo la del Jesús de Medinaceli y la del Silencio. Pero ya,incluso la del Domingo de Ra mos se realiza en la Ciudad de Los Angeles», apunta el presidente de la comisión. En cuanto a los itinerarios, cada cofradía hace su procesión por el recorrido que le es más común a la zona donde se en cuentra y, al parecer, no es fácil ponerse de acuerdo para que los pasos de distintas cofradías que sa len un mismo día, pero a distintas horas, uniesen su horario y recorri do a fin de organizar una más coherente procesióri, según el ejemplo de otras ciudades.

Y, finalmente, las mejores imágenes que todavía quedan en Madrid, según nos informan, no salen a la calle. Por ejemplo, el Cristo Yacente, de Gaspar Becerra, depositado en el convento de las Descalzas, que sólo realiza un pequeño paseo por el patio del templo, o el Cristo, de Mena, en la iglesia de San José, o La Caída, en la iglesia de San Ginés, que sólo salió en procesión un año.

Lo más caro, las bandas de música

Unos 80.000 penitentes se cal cula en la Comisión de la Semana Santa que participarán en las procesiones madrileñas de este año. De ellos, unos 10.000 irán encapuchados o vestidos de nazarenos. De esos 80.000, 40.000 siguen al Jesús de Medinaceli, que es el paso de mayor devotos, y el resto se reparte entre los demás desfiles. Los signos externos de penitentes cargando con cruces, o descalzos y con cadenas en los pies, etcétera, van disminuyendo. También disminuye el número de encapuchados, y la razón parece estar en lo costoso del hábito.

Las cofradías, que se financian por si mismas a lo largo del año, necesitan en cambio ayuda económica para organizar las procesiones de Semana Santa. El Ministerio de Información y Turismo costea los folletos de propaganda y aporta una subvención de 50.000 pesetas, cantidad igual a la que endosa el Ayuntamiento. Otra fuente de ingresos para esta conmemoración viene dada por una colecta que se efectúa por las casas de Madrid a tal efecto.

Las ayudas oficiales han descendido bastante en los últimos años, según nos dicen en la comisión. Incluso el Ayuntamiento ha suprimido el poner sillas en las aceras para el público espectador, sistema que producía una recaudación considerable.

En todo caso, el montante de gastos que origina la organización de las procesiones, sin contar el reponer vestuario de las imágenes o cuestiones similares, no sobrepasa las 600.000 pesetas, a las que habría que sumar unas 300.000 para retribuir a las bandas de música. «No ha habido ninguna banda de música que nos cueste menos de 26.000 pesetas por desfile», precisa Rodríguez de Rivera, que añade: «Las bandas, la cera y las flores, es lo más costoso. »

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