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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio de perspectiva en Francia...

LAS DESNUDAS cifras de los resultados de las elecciones municipales francesas, celebradas el domingo en su segunda vuelta, son la mejor síntesis de la crisis que atraviesa la V República: en la primera vuelta, la izquierda había obtenido el 42,9% de los votos; en la segunda, alcanzó el 52,5%. En la primera vuelta, la coalición de izquierda había arrebatado 33 ciudades a la mayoría gubernamental; en la segunda, otras veintiuna ciudades de más de 30.000 habitantes pasaron a su control. Ahora, la coalición de izquierdas gobierna los ayuntamientos de 155 ciudades importantes, en comparación con las 66 ciudades que ha logrado conservar la coalición de centro-derecha. Si se considera que la coalición de centro-derecha, bajo el flaqueante liderazgo del presidente Giscard d'Estaing, conserva aún una mayoría de cien escaños en una Asamblea Nacional de 490, habremos de reconocer que la mayoría gubernamental es una sombra que quiere impostar un mandato que el electorado le ha negado.¿Qué quiere decir esta inclinación hacia la izquierda, en la política nacional francesa y en la política de este pequeño «municipio» que es Europa? Puede decirse de inmediato que se trata de una vuelta a las raíces de la política, a la vida comunal, como algo que no se puede desgajar de las grandes determinaciones que afectan a la sociedad toda y al Estado.

La mayoría ha carecido de percepción para darse cuenta de que la demanda de politización era tan alta, que ha hecho de las elecciones municipales, prácticamente, unas elecciones prelegislativas. Quizás hemos asistido el domingo a unas elecciones primarias de cara a la campaña del legislativo, en 1978.

El voto municipal refleja las promesas incumplidas de un programa de cambio sin riesgos. A Giscard, la mayoría le ha saltado en pedazos, con la defección de Chirac, y el voto del sector jobertiano del gaullismo a la coalición de izquierdas. La mayoría ha mostrado pobreza ideológica, falta de creatividad política, precisamente por una huida de las cuestiones que tocan a los intereses básicos de la gente, representados en el espectacular voto de los ecologistas y defensores de la causa del medio ambiente (15 %) capitalizado finalmente por la izquierda.

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El centro-derecha ha dado ya muestras de ceder a la presión psicológica planteada por Chirac, para una confrontación política en términos de polarización. Esto es algo que Giscard había prometido no hacer. Barre no ha podido evitar, el hablar de «la sociedad colectivista y burocrática"; se alinea así con Chirac, quien ha proclamado cómo gracias a su determinación «París ha permanecido dentro del campo de la libertad». La sociedad francesa parece que no participa de esa visión catastrofista sobre él avance de la izquierda.

En cuanto a la aldea europea, no es necesario decir que el avance de la izquierda, quizás en marcha ya hacia el poder, se contempla con expectación y ansiedad, compartidas tanto por la derecha como por la propia izquierda: aquélla intimidada, ésta temerosa de que el experimento de un Gobierno socialista vuelva a fracasar en una sociedad liberal. Es imperativo que la izquierda haga las más sobrias consideraciones sobre los resultados franceses.

También hay algo que decir desde el sur de los Pirineos. La política exterior española había apostado entusiásticamente por la Francia giscardiana, como uno de sus soportes internacionales. En esa opción se ha jugado muy fuerte. Ello debe entrar a partir del domingo en profunda revisión, porque no estamos seguros de que Giscard represente, hoy por hoy, a la mayoría del pueblo francés. España, debe pactar con Francia entera, no con una fracción.

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